9/1/14

La actitud de Lequerica ante la caza de judíos en Francia es tan feroz y falta de piedad como la que tiene con los exiliados políticos republicanos



“(...) Radio Berlín comunica que, a petición de las autoridades españolas, ha sido detenido en Francia el ex presidente del Consejo de Ministros rojo y conocido cabecilla socialista, Francisco Largo Caballero.

¡Que si le conocemos...! Otro de los infames instigadores del vandalismo de la horda que va a responder de sus culpas. ¡Los desastres de la patria y la sangre de millares de mártires y camaradas sacrificados acusan...!' La prosa en que se redacta la Hoja de Campaña del día n de noviembre no ha mejorado todavía. 

Pero la noticia tiene su importancia. De Largo Caballero sí saben los divisionarios muchas cosas, y se destacan en las conversaciones las peores de las infamias y las más zafias de las mentiras. Se dice de él que es el responsable de los asesinatos de monjas en Madrid a principios de la guerra.

La detención se ha producido, efectivamente, a petición de las autoridades españolas, pero el hecho no es aislado, sino el final de una cadena de acontecimientos que se inició hace ya más de un año, y la aparente desgracia de Largo ha quedado algo atenuada por la peculiar relación entre las autoridades de Vichy y las alemanas.

Largo fue a parar a Francia cuando la República fue derrotada y fijó su residencia en Albi. El jefe de la gendarmería de la zona le detuvo en esa fecha, pero hubo de ser internado en una clínica porque su estado de salud era muy malo. 

Hasta allí llegó la petición de extradición hecha por el embajador español en París, José Félix de Lequerica, el hombre que consiguió la detención de Lluís Companys y Julián Zugazagoitia para llevarlos a España, juzgarlos sin tener ningún derecho real a la defensa, maltratarlos, humillarlos y, finalmente, conducirlos al paredón. El mismo hombre que persiguió, azuzando a la Gestapo, hasta su lecho de muerte a Manuel Azaña. Un auténtico perro de presa lleno de odio y de afanes de venganza.

Pero Largo Caballero tuvo más suerte. El tribunal de Limoges denegó la petición española. Eso le dio la libertad por poco tiempo. Al salir del hospital, la Gestapo, la policía política de Hitler, le ha detenido. 

Pero no le va a entregar a la policía española para que Franco le asesine, sino que le va a deportar a un campo de concentración, el de Sachsenhausen-Orianenburg para detenidos políticos. Eso es lo que ha sucedido, para su «fortuna».

En el campo, que no es de exterminio, sufrirá lo indecible, y contará a Indalecio Prieto su experiencia:

Lo más terrible es que los nazis habían llegado a hacer una ciencia y una técni-ca de la crueldad. Perseguían sistemáticamente la animalización de las gentes a las que consideraban enemigas. En buena parte consiguieron sus objetivos. He observado casos de abyección verdaderamente lamentables [...]. 

Largo Caballero sobrevivirá al campo de concentración. Morirá en libertad en marzo de 1946, en París. Si hubiera sido entregado a Franco, habría caído fusilado ante un paredón. Como Companys y Zugazagoitia. Vichy dejó de conceder extradicciones a España a partir del fusilamiento de Lluís Companys.

A cambio, conocerá muy de cerca la abyección que los nazis consiguen inculcar en los hombres. Eso forma parte del Orden Nuevo que defienden los divisionarios. En Rusia y en España.

El perseguidor de Largo Caballero, el embajador José Félix de Lequerica es un hombre valioso para Franco, que le tiene en gran aprecio porque sabe rendirle buenos favores, como los de la entrega de exiliados para poder vengarse de ellos. (...)

La actitud de Lequerica ante la caza de judíos en Francia es tan feroz y falta de piedad como la que tiene con los exiliados políticos republicanos. Ha mantenido una actitud abiertamente hostil contra el cónsul general en París, Bernardo Rolland de Miota cuando este se obstinó en proteger los bienes de los judíos sefardíes, que corrían riesgo de perderlos según el Statut des juifs promulgado por el régimen de Vichy. 

Luego, hizo todo lo posible para que Rolland no alcanzara su objetivo de salvar a catorce internados en el campo de Drancy. Lequerica es un fiel servidor de la política de Serrano Suñer, quien ordena a sus diplomáticos que no se altere la tranquilidad de las autoridades alemanas, como ordenó a los gobernadores civiles que se censara a todos los judíos españoles hace pocos meses. 

Los problemas de los sefardíes son, para el ministro, justamente eso, problemas de los sefardíes.”

(Jorge M. Reverte: La División Azul. Rusia, 1941-1944. RBA, 2011. Págs. 239/241)

No hay comentarios: