"Hay muchas maneras de ser cruel con los judíos.
Carolina Taitz
es una de las niñas que participa, junto con sus padres y su hermana, en una
involuntaria parada. A las cuatro de la madrugada cientos de soldados alemanes
y policías lituanos han rodeado el gueto y han comenzado a sacar a todos los
encerrados de sus refugios, a base de porrazos y gritos.
A los que se retrasan
o se despistan, aunque sean niños, les disparan, para que se pongan en la fila.
Los nazis y los policías gritan: «Raus, raus, schneller, scheneller!», ¡afuera,
deprisa! Poco a poco, el «horrible grupo de judíos» empieza a moverse pisando
el suelo «lleno de suciedad y sangre».
Ninguno sabe hacia dónde les llevan.
Sólo saben que no es la dirección del gueto de Salaspil, sino que se dirigen
hacia el bosque de Rumbula. Porque son de Riga. Después de andar una larga
distancia, algunos empiezan a gritar: «No nos llevan a Salaspil, nos llevan a
Rumbula para fusilarnos».
Algunos no van a tener que seguir, porque los
alemanes y los policías lituanos siguen disparando a los que se salen de la
fila. Hay quien reza, quien llama a Dios, hay mujeres que lloran.
Carolina intenta mantenerse cerca de su familia. Quieren
morir juntos.
De pronto, nadie sabe de dónde, surgen cuatro jinetes de la
oscuridad. Van montados sobre corceles blancos y abrigados con gabanes que
llevan cintas doradas. Son oficiales alemanes.
El que parece ser el jefe del grupo da una orden:
—¡Alto el fuego. Necesito costureras para mi fábrica. Las mujeres
que sepan coser, vengan conmigo.
La comitiva se detiene y los guardianes verdugos dejan que
se cumpla la orden. Más de trescientas mujeres les siguen saliendo del bosque.
Van hacia un destino desconocido, detrás de los jinetes.
Tras un largo recorrido llegan a la Termincietus, la prisión
central de Riga. Las puertas se abren y las mujeres pasan. Son conducidas al
ático, donde hay algunas mujeres más.
Todavía no lo pueden saber, pero van a ser las únicas
supervivientes de entre los millares de personas que componían la comitiva.
Nunca van a coser para los hombres a caballo. Van a estar escondidas allí hasta
que acabe la guerra, alimentadas a distancia por esos hombres a caballo que las
han sacado de la fila.
Carolina, su madre y su hermana no llegarán a conocer la
identidad de su salvador hasta muchos años después. Se trata de un oficial
alemán, aparentemente, aunque en realidad es un judío que se ha hecho pasar por
ario para evitar represalias, y se ha inventado una biografía. Janis Lipke va a
salvar a muchas personas del exterminio.
Y va a ganar mucho dinero con la
fábrica que ha puesto en marcha, que ocupa a hebreos que no cobran más que lo
que comen. El se va a encargar de que nadie descubra su identidad hasta que
llegue el día de la liberación. Goza de credibilidad porque es un miembro del
Einsatzgrup A.
Cuando acabe la guerra, Lipke va a ser condenado a seis años
de prisión por formar parte de los grupos de exterminio. Le costará mucho
trabajo encontrar testigos de su acción montado sobre un caballo blanco.
Lipke es una especie de Schindier. No ha renunciado a hacer
negocio, pero sus esfuerzos van destinados, sobre todo, a salvar a cuantas
personas pueda. (…)
Cuatro jinetes sobre caballos blancos. Estrellas en la
oscuridad."
(Jorge M. Reverte: La División Azul. Rusia, 1941-1944. RBA,
2011. Págs. 239/241)
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