"JIMMY THOMAS Marino mercante. Lo que encontré cuando volví,
y he estado enfadado conmigo mismo desde entonces, fue que la adaptación al
modo de vida de los demás, a la vida que yo había dejado, era prácticamente
imposible, porque por mucho que odies estar en una guerra, las cosas a las que
regresas parecen muy triviales.
Oír hablar a las autoridades municipales sobre
un nuevo lavabo público de caballeros y cosas así no parecen importar en
absoluto. Y claro, esas cosas importan a la gente que te rodea, así que te callas
y yo me callé durante un año.
Debí de comportarme bastante mal. Soy muy
consciente de ello y nunca lo he olvidado, y nunca dejaré de lamentarlo, porque
creo que hice la vida bastante insoportable a la gente que me rodeaba. Pero es
que no podía comunicarme.
Había perdido la comunicación con la gente que había
conocido todos aquellos años, porque había conocido a personas de naturaleza
totalmente nueva, estábamos como cosidos juntos, metidos en algo común, creo
que era eso.
Muchas personas que conozco, cuando lo menciono, dicen exactamente
lo mismo. Me daba pereza hablar con mi familia durante las comidas, no tenía
ganas de nada, me levantaba, me iba y no regresaba durante horas. Creo que
estaban muy afectados."
(Richard Holmes: Un mundo en
guerra. Historia oral de la segunda guerra mundial, ed. Crítica, Barcelona,
2008, págs. 544/5)
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