"La Asociación alemana de Empresas Farmacéuticas quiere esclarecer
científicamente la dimensión de los experimentos médicos de compañías
farmacéuticas occidentales con ciudadanos de la extinta República
Democrática Alemana (RDA). Este fin de semana, el semanario Der Spiegel elevó la cifra de posibles víctimas hasta 50.000, en lugar de los pocos miles de casos que se calcularon en investigaciones previas.
Cincuenta clínicas de la RDA colaboraron con multinacionales
farmacéuticas como Schreing o Sandoz en unos 600 experimentos a gran
escala. En muchos casos, los enfermos no sabían que estaban siendo
tratados con medicinas que carecían de licencia en la Alemania
capitalista y democrática.
A cambio, los consorcios alemanes,
estadounidenses o suizos pagaban ingentes sumas a las autoridades
orientales y ponían a su disposición material clínico diverso. Cada
estudio podía reportar unos 450.000 euros en divisas a la maltrecha
economía de la RDA en los años ochenta del siglo pasado.
El jefe del archivo de la policía política de la RDA (Stasi), Roland
Jahn, denunció ayer que la industria farmacéutica “se benefició de las
condiciones políticas autoritarias en la RDA”. La temida Stasi estaba al
tanto de todos estos manejos, porque la obtención de divisas era una de
las prioridades del régimen socialista.
Participó en las pruebas la flor y nata de las multinacionales:
Bayer, Schering, Pfizer, Sandoz o Roche se aprovecharon de la falta de
garantías legales y las necesidades económicas del Este alemán para
llevar a cabo pruebas científicas que habrían causado desconfianza en
Occidente.
Un informe de la Stasi recoge una conversación entre médicos
del hospital berlinés Charité, cuyo director científico, Christian
Thierfelder, consideraba que la multinacional Schering (hoy parte de
Bayer) quería someter a ciudadanos orientales “a pruebas que la prensa
occidental tacha de indignas e inhumanas”.
Los ensayos incluyeron toda
la gama de una gran botica: quimioterapia, productos para el corazón,
antidepresivos, etcétera. En otros casos se probaron sustancias cuyos
efectos no estaban todavía claros, para averiguar si tenían algún uso
farmacéutico.
La empresa Hoechst, hoy parte de la multinacional francesa Sanofi,
probó con enfermos orientales un medicamento llamado Trental, al que al
menos dos personas no sobrevivieron. Hay pruebas de que otros dos
murieron tras ser tratados con Spirapril, de la farmacéutica bávara
Sandoz, que interrumpió el estudio.
Otros documentos prueban que la
empresa Boehringer, hoy parte de la suiza Hoffmann-La Roche, probó en
1989 tratamientos hormonales con EPO en 30 prematuros. Der Spiegel
habla también de experimentos con alcohólicos que, inconscientes o
presas del delirio, fueron tratados con una medicina de Bayer llamada
Nimodipin. Debía fomentar el riego sanguíneo en el cerebro de pacientes
incapaces de dar su consentimiento o de entender que estaban siendo
sometidos a un ensayo médico.
El director del Instituto de Historia de la Medicina de la Clínica
Universitaria Charité, Volker Hess, pidió en declaraciones al Frankfurter Allgemeine Zeitung
que se evite “poner estos sucesos en la misma categoría de los
experimentos con humanos” de los nazis durante la II Guerra Mundial.
Aunque las farmacéuticas no recabaran el consentimiento de los
pacientes, Hess considera que “los estudios se llevaron a cabo con
arreglo a las normas” clínicas comunes en este tipo de test." (El País, 12/05/2013)
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