17/10/11

Los falangistas... “La pateaban y saltaban sobre ella, tendida en el suelo. Lo más increíble es que su hermano, en vez de ayudarla, le gritaba"

" En octubre de 1937, las tropas franquistas ocupan Asturias, pero los vencedores no se conforman con la victoria. Del horror y la crueldad que vino después —asesinatos, violaciones, torturas...— acaba de escribir el ex secretario general del PCE y fundador de CC OO e IU, Gerardo Iglesias (La Cerezal, Mieres, 1945), un libro estremecedor, Por qué estorba la memoria (Editorial Madera de Noruega), con 22 historias de guerrilleros antifranquistas asturianos y familias que se involucraron en la lucha contra Franco. Como la de Emilio Rubiera, quemado vivo junto a sus dos hijas en su propia casa por ayudar a los que se habían fugado al monte.

“Cuando quemaron la casa era de noche, no recuerdo la hora. Antes, cargaron camiones. Lo robaron todo”, relata Guillermina Rubiera, nieta de Emilio y sobrina de Carmina y Asunción. “Los tres fueron quemados vivos, atados dentro de la cocina”. Los vecinos les oyeron gritar. “No habían estado comprometidos políticamente”, explica Iglesias. “Sencillamente, habían dado comida a los guerrilleros por generosidad”.

Teresa Valles fue apresada en 1941 por un grupo de falangistas entre los que estaba su hermano Gorgorino. A las puertas de un colegio, en plena calle, delante de vecinos y colegiales, le pegaron una brutal paliza. “Yo no podía creer lo que estaba viendo”, recuerda en el libro Urbano Álvarez, entonces uno de los niños que presenció la escena.

“La pateaban y saltaban sobre ella, tendida en el suelo. Lo más increíble es que su hermano, en vez de ayudarla, le gritaba: ¡Dinos dónde están los guajes!”. Se refería a sus tres sobrinos, escondidos en el monte. Teresa no habló.

Fue trasladada al campo de concentración de Figueras. “Y allí murió, sola, vomitando sangre por la paliza pública que había recibido”, relata Iglesias. Tenía 66 años. Su marido, Manuel Argüelles, recibió la noticia preso en la cárcel de Oviedo.

93 días después de la muerte de Teresa, su hijo Víctor, de 28 años, refugiado en el monte desde la caída de Asturias, moría a manos de un compañero, Manuel Fernándes Vigil, Lolo el gatu. Se conocían desde niños.

Aquel día, en una de las casas que servía de apoyo a las guerrillas, Víctor charlaba con las hijas del dueño cuando Manuel le encañonó. A Víctor solo le dio tiempo a decir: “No me mates, compañero”. Era el sexto miembro de la familia que perdían los Argüelles." (El País, 09/10/2011, p. 14)

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