22/5/11

Intentó matar con una pistola a varios soldados israelíes... su hermano había muerto en una cárcel y quiso vengarlo

"Cuando Sana Amer habla, es como si las palabras que salen de su boca pertenecieran a otro cuerpo, a otro rostro. El suyo es dulce y amable. Su historia, como la de decenas de presas palestinas, es de una dureza que hiela.

A los 16 años, Amer cogió un cuchillo, se lo metió en el bolso y echó a andar. Había tomado una decisión. Apuñalaría a un soldado israelí en la ciudad vieja de Hebrón, el lugar elegido por los colonos más fanáticos para imponer su ley. (...)

Cuchillo en ristre, se la distinguía a la legua. Los soldados la vieron y enseguida la redujeron. Acabó encerrada durante siete años. "En aquella época veíamos en la televisión y en la calle lo que hacían los israelíes.

Cómo mataban e invadían las ciudades. Luego asesinaron a un conocido. Quise hacer algo. Mi hermana había apuñalado a un colono. Ahora soy más racional" (...)

Durante tres años, su familia no tuvo permiso para visitarla. A su abogado lo vio por primera vez en el juzgado, tras cuatro meses encerrada. (...)

En prisión, asegura, le pegaron: "Muchas veces, con una porra, en los riñones y en la cabeza". (...)

Addameer, una asociación palestina que vela por los derechos de los presos, calcula que el 27% de la población palestina ha sido detenida al menos una vez. (...)

Esta abogada habla de abusos verbales y tocamientos a las presas, pero añade que el problema es que muchas mujeres no quieren hablar de lo que pasa dentro de la cárcel por miedo a dañar el honor familiar.

Shoughry se ha encontrado con muchos casos en los que la mujer retira la querella cuando se da cuenta de que su nombre saldrá a la luz. (...)

"No hay ginecólogos ni psicólogos. En tres años hemos conseguido que las autoridades acepten la visita de un especialista en menos de cinco ocasiones".

Cuenta también que las embarazadas no reciben ninguna atención especial y que ha habido casos en que atan a las presas de pies y manos antes y después de dar a luz.

Además, a las presas se les corta cualquier contacto físico con sus familiares. Durante las visitas, una mampara de cristal los separa: "Al salir de la cárcel, les resulta muy difícil restablecer los lazos". (...)

"Yo pensé que me iba a convertir en una heroína al salir de prisión. Pero las mujeres acarreamos un estigma". Hay padres que cuando sus hijas salen de prisión las someten a un control exhaustivo.

En parte porque temen que las vuelvan a detener, pero también porque ya no se fían de ellas después de que actuaran sin permiso del padre o del hermano, explica Sahar Francis, directora de Addameer. El resultado es que las mujeres tienen la sensación de haberse metido en otra cárcel. (...)

Es el caso de Suna al Ra'i, que ha pasado 11 años y medio en la cárcel por intentar matar con una pistola a varios soldados israelíes. El hermano de esta mujer, conocida como "la decana de las presas palestinas", había muerto en una cárcel y ella quiso vengarse. (...)

A los cinco años de encierro, su marido se divorció y se llevó con él a su único hijo, al que solo vio una vez en prisión: "Le eché tanto de menos...".

Al Ra'i achaca su divorcio a las diferencias políticas con su marido, pero también a algo que piensa que es la norma en la sociedad palestina. "Si la condena es larga, el hombre no espera. O se divorcia o se casa con una segunda mujer.

Ellos tienen sus necesidades...", explica esta mujer, de 42 años; una edad muy avanzada, asegura, para encontrar marido. "Para las mujeres es un doble castigo. Perdemos la libertad, pero también al marido".

Zamel pasó 10 meses en la cárcel acusada de escribir en un periódico de Hamás, la organización islamista que Bruselas y Washington consideran terrorista. Sentada en un café de Ramala frente a un té a la menta, asegura que sufrió torturas en prisión. " (El País Semanal, 30/01/2011, p. 20 y ss.)

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