13/4/11

"Uno de ellos, el que se atrevió a enterrarlos... murió una semana después a causa de la depresión insufrible en que lo había sumido aquel espectáculo"

"Una metáfora emocionante de la intensidad de los sentimientos de tantas personas afectadas por las calamidades de la Guerra Civil y la dictadura fue la decisión de Modesta, la abuela de Emilio Silva, que antes de morir mandó que grabaran en la lápida de su sepultura el nombre de su marido para que lo llevasen con ella cuando lo encontraran.
Otros tuvieron, dentro de lo que cabe, más suerte, como Obdulia Granada, superviviente de un paseo llevado a cabo por una banda de falangistas, comandada por un canalla apodado el 501 por el número de ciudadanos que había asesinado en la zona, que una madrugada de octubre de 1936 mató en Candeleda, Ávila, a tres mujeres: Virtudes de la Puente, de 53 años; Valeriana Granada, de 26, y Pilar Espinosa, de 43, la madre de Obdulia.
Una de ellas, acusada de ser protestante, y otra, de leer El Socialista. En el camión en el que las metieron también iban Obdulia -que entonces contaba 14 años- y la hija de Valeriana, embarazada de dos meses, Heliodora, que tenía 2 años.
Mientras los arqueólogos de la ARMH recuperaban los restos de las tres mujeres, Obdulia recordaba aquel día horrible, contaba que algo hizo cambiar de opinión a los bandidos, que de pronto ordenaron parar el vehículo y las mandaron a ella y a Heliodora de vuelta a casa.
Las tres mujeres fueron fusiladas y a Valeriana le abrieron el vientre, le arrancaron el feto y la rellenaron de hierbas. Los cuerpos quedaron a la intemperie, para que sirvieran de escarmiento a sus vecinos.
Uno de ellos, el que se atrevió a enterrarlos y a poner sobre la fosa una piedra que sirviese de señal, murió una semana después a causa de la depresión insufrible en que lo había sumido aquel espectáculo macabro. Obdulia y Heliodora pudieron, al menos, recuperar los huesos de sus madres y depositarlos en un lugar decente. (...)
... basta con los números que le ponen al desastre las casi 140.000 personas cuyos nombres le fueron entregados al juez Garzón y que son la suma de las 4.000 que fueron enterradas junto al cementerio de Mérida; más las 2.000 que se calcula que están en el de la Almudena, en Madrid; las 1.600 del de Oviedo; las 6.000 de los campos granadinos de Órgiva y Víznar, donde está Federico García Lorca; las al menos 2.000 de Badajoz y las 15.000 de toda Extremadura; las 4.000 o 5.000 de Málaga; las más de 1.000 de Teruel; las casi 12.000 que fueron exterminadas en Córdoba; las cerca de 15.000 en toda Galicia...

Y así hasta completar la escalofriante cifra del dolor, que, por otra parte, siempre será aproximada, puesto que las dimensiones de aquel espanto son incalculables y, sobre todo, indemostrables, porque no existe forma de encontrar a muchos, por ejemplo, a los que fueron arrojados al mar en las islas Canarias y en otros muchos lugares, atados de pies y manos y con un peso amarrado con una soga al cuello. " ('Un tupido velo. 140.000 muertos invisibles', de BENJAMÍN PRADO, El País Semanal, 18/01/2009)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Recuerdas la ley de la siembra y la cosecha??? Aunque pareciera insólito los ojos del mundo siempre se posan sobre aquello que provoca morbo, no obstante al final pasa lo que tiene que pasar... Lo que si es realmente increíble es destacar esto como una posibilidad para representar el mal por medio del arte, de hecho este fue uno de los escritos de esa época de terror:

“Dejad de matad a los muertos,
No gritéis más, no gritéis
Si aún los queréis oír,
Si esperáis no perecer.

Tienen un imperceptible susurro,
No hacen más rumor
Que el crecer de la hierba,
Dichosa donde no pasa el hombre”

Cómo sea, lo que se siembra se recoge, acá te dejo algo que seguramente te gustará http://mundoarte.portalmundos.com/el-campo-de-los-muertos/