29/3/11

"Yo recuerdo perfectamente a la madre de Liberia agarrada a las rejas del patio preguntando por su hija"


Sor Juana es la quinta por la izquierda, en la segunda fila. Mercedes tiene la mano apoyada en el muro

La exreligiosa en la actualidad

"Trabajó en la casa cuna de Tenerife -denunciada por robo de niños- desde el 16 de junio de 1963 hasta el 5 de septiembre de 1967. Menos de cuatro meses después, dejó de ser monja. Hoy, a sus 73 años, Mercedes Sánchez García confiesa por qué.

"Reuní las fuerzas para hablar al leer en EL PAÍS la historia de Liberia Hernández [robada en la casa cuna de Tenerife a los ocho años] y las explicaciones que daba la superiora, sor Juana Alonso, negando haber conocido a esa niña.

Yo recuerdo perfectamente a la madre de Liberia agarrada a las rejas del patio preguntando por su hija. Cuando yo empecé a trabajar allí ya habían dado a Liberia en adopción, pero el resto de niñas me explicó que aquella mujer que iba a las rejas era su madre.

Estuvo años yendo a la casa cuna a preguntar por su hija. No la abandonó. Sor Juana la despachaba diciéndole que se olvidara, que Liberia estaría mejor con las personas que estaba".

Mercedes también confirma los malos tratos en la casa cuna que Liberia denunció en EL PAÍS. "Al principio, las niñas adoraban a sor Juana Alonso. De hecho, cuando la trasladaron a la casa cuna de Bilbao, pidieron por carta que volviera. En Bilbao conoció a doña Mercedes (Herrán de Gras, propietaria de una red de pisos nido para madres solteras).

Cuando volvió, sor Juana era otra persona distinta. Las niñas se arrepintieron mucho de haberle hecho regresar. Les pegaba. Yo la pillé una vez dándole una paliza a una adolescente. Se la había llevado a un lugar apartado, para que nadie la viera, y la chiquilla, que tendría 15 años, le gritaba: 'Por favor, sor Juana... por favor'. Yo le dije que aquello que hacía era inmoral".

No fue el único enfrentamiento entre ambas monjas, pertenecientes a la congregación de las Hijas de la Caridad. "Sor Juana siguió yendo a ver a doña Mercedes. Iba a Bilbao en avión a recoger recién nacidos para darlos en adopción en la casa cuna de Tenerife, donde hacía la distribución. Ahora pienso que probablemente esos niños no sepan que son adoptados", recuerda Mercedes.

La exreligiosa cuenta una vivencia personal: "A mí también me envió una vez a Valencia a por un bebé. Fue en el verano de 1967. Antes de salir me dijo: 'Invéntate un nombre para el niño por si te para la Guardia Civil. Tienes que decir siempre el mismo'.

Al llegar a la clínica que me había indicado, en pleno centro de la ciudad, una monja me pidió un sobre que me había dado sor Juana. No sé si era un talón, porque no vi lo que había dentro, pero a ella le pareció bien y me entregó al niño. Había nacido ese mismo día y era precioso.

Era tan bonito que dije: '¿Pero la madre lo ha visto?'. La monja se enfadó y me contestó que la madre no tenía por qué verlo porque había renunciado a él y que yo tenía que sacar al bebé de allí enseguida". (...)

Para entonces, Mercedes ya tenía muchas dudas sobre lo que estaba ocurriendo en aquella casa cuna. "Entre nosotras [las 23 monjas que trabajaban en aquel hogar infantil] lo comentábamos, pero solo eran rumores porque sor Juana era muy taimada, hermética, y lo hacía todo por su cuenta.

Yo nunca vi dinero y en la comunidad no repercutía nada. Pero a los niños los traía y llevaba de Bilbao en avión". (...)

Como primera medida, sor Juana Alonso sacó a Mercedes de la casa cuna. "Me envió a Sevilla con otras Hijas de la Caridad para que reflexionara. La superiora de Sevilla me dijo que estaba a tiempo de arrepentirme y me ofreció quedarme allí a cuidar de los cerdos y las gallinas que tenían.

Pero yo no tenía nada de lo que arrepentirme y le contesté que además ni mi misión ni mi vocación era la de cuidar cerdos y gallinas. Le escribí una carta angustiada a William Slattery, superior de las Hijas de la Caridad, en París, contándole lo que me había pasado.

El 17 de diciembre de 1967, justo el día de mi cumpleaños, llegó la respuesta", relata enseñando la misiva. "Me liberaba de los votos de pobreza, castidad, obediencia y servicio a los pobres, y lo hacía, según decía, atendiendo a unos informes que había recibido sobre mí y en los que estoy segura que sor Juana tuvo mucho que ver".

El impacto de aquella carta y de todo lo que había visto en la casa cuna de Tenerife fue brutal para Mercedes. "Tuve una crisis de fe gordísima. Dejé de creer en los curas y en las monjas y decidí dejar de serlo yo misma", relata.(...)

Mercedes sí lamenta algo. No haberse acercado a aquella mujer que se agarraba a los barrotes de la casa cuna gritando el nombre de su hija: Liberia." (El País, 27/03/2011, p. 42/3)

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Qué ha hecho usted todos estos años?, era una consentidora o está mintiendo por afán de protagonismo. Hablo con conocimiento, pues yo estuve entonces, la verdad, de usted no me acuerdo,pasó bastante desapercibida,nadie de mis compañeros, la recuerda,dudo que tuviera un acercamiento especial hacia los niños, sería una salvación para ellos y nunca la olvidarían