3/2/11

La represión franquista sobre los retornados de la guerra

"Pero más allá de las cifras, en ese momento inicial de la represión, ¿qué ocurrió no solo en la capital sino en los pueblos de la provincia? La investigación indica múltiples «paseos y ejecuciones extrajudiciales».

-Una de las cosas que se han descubierto es que hay un momento de la represión en Guadalajara que es el retorno de la guerra. En Guadalajara hay muchísimos asesinatos extrajudiciales, muchos «paseos» al volver del frente. Cuando acaban las hostilidades, entonces se empieza a producir la represión que no se pudo ejercer al principio precisamente porque el golpe fracasó en Guadalajara.

Hay muchas personas que regresan a su pueblo al final de la guerra, después de estar evacuados o refugiados o como soldados, y a los que les asesinan al volver. Hay muchos datos en el Alto Tajo, sobre todo en las zonas de Guadalajara que estaban ocupadas. No tenemos constancia documental de todos esos asesinatos, pero se están investigando.

- Por eso dicen en el libro que la represión no fue consecuencia de la guerra, sino que la guerra solamente la retrasó.

- Efectivamente, nosotros consideramos que la represión contra los defensores de la legalidad republicana ya estaba prevista y que la guerra lo único que hizo fue retrasarla.Y se produjo en las zonas conforme iban siendo ocupadas por los rebeldes. Respecto a la represión extrajudicial, de la cual no hay documentos, en el libro aparecen ya reflejados 43 casos, pero tenemos ya al menos 20 más que podrían citarse, más las cifras de Sigüenza, donde creemos que hubo alrededor de 100 víctimas. (...)

Las formas que utilizaron los vencedores para reprimir a los vencidos iban desde multas económicas al embargo de bienes, pasando por las palizas físicas y el encarcelamiento. Para Pedro A. García Bilbao, las leyes franquistas pretendían legalizar los expolios que ya se habían cometido. «Se trataba además de extender el terror a las propias familias porque estos tribunales imponían multas desproporcionadas».

Por ejemplo, al que era alcalde de Guadalajara cuando estalla la guerra, Antonio Cañadas Ortega, le imponen de multa 14.000 pesetas del año 39. Como no pudo pagar, todos sus bienes le fueron embargados. «De esa manera se siembra el miedo para que nadie se mueva.

A partir de 1947 el Régimen crea una comisión liquidadora de estas responsabilidades políticas porque se dan cuenta de que el aparato judicial que ha creado es tan descomunal que tienen que quitarse causas porque ya no pueden seguir. Además, la España franquista estaba ya en una nueva fase».

Un caso paradigmático fue el de Francisco Gómez García, presidente de la Casa del Pueblo de Sigüenza, que fue asesinado por los sublevados a pesar de haber obtenido el apoyo del alcalde derechista, Gerardo Sánchez. La delación y las venganzas personales fueron todavía más pertinaces en los pueblos. «La represión se produjo a todos los niveles. No solo necesitó de los jueces como verdugos.

También necesitó a pequeños verdugos, y de esos se dan muchos en los pueblos. Se facilita la delación, son aceptados rumores como pruebas en las sentencias… Hay cosas que si no fueran porque conducen a personas a penas de cárcel o de muerte, pues darían risa», subrayan los autores del libro. El hecho de que Guadalajara fuera una provincia agraria y con muchos pueblos facilitó las delaciones.

Los hermanos García Bilbao subrayan que «aunque es cierto que existían las rencillas a nivel personal, lo terrible es que haya un régimen político que fomente la delación, que las ampare y que incluso las premie. Hay personas que son familiares directos de personas asesinadas en la retaguardia republicana que, al cambiar el régimen, son situadas por el propio régimen en puestos notables incluso de la represión».

- Buscaban no solo la aniquilación física, sino moral. Buscaban humillar a los vencidos.

-Sí, esta investigación demuestra que al alcanzar una intensidad tan tremenda en la represión, pues resulta bastante claro que ésta formaba parte de un proyecto criminal. (...)

- En el libro citan las palabras del general García Pruneda, quien en un banquete en Alcalá llegó a decir: «Guadalajara no la piso yo mientras no me lo ordene el generalísimo. Así como existen poblaciones a las que hay quepremiar por su conducta heroica y ejemplar, a Guadalajara hay que castigarla y si estuviera en mis manos la destruiría. De cinco vecinos que quedan, cuatro son rojos y el otro dudoso». ¿Tenía especial inquina el régimen por Guadalajara, teniendo en cuenta el apoyo que la provincia prestó a la República? (...)

- No se puede decir que hubiera una especial inquina. En Burgos, por ejemplo, la intensidad de la represión fue mayor, hubo más muertos. O en Logroño o Valladolid. Los datos en Guadalajara demuestran que la represión era un plan a aplicar a toda España y cada provincia lo vivió de una manera especial.

Lo que sí demuestra es que en Guadalajara la represión fue algo superior a la media, es decir, sufre mucho porque, sobre todo, el tejido social era más débil. La población era menor que en otras provincias, alrededor de 200.000 habitantes, y hablamos de que un 3,2 por ciento de la población de la provincia después de la Guerra, que era de unos 200.000 habitantes, fue represaliada, lo cual supone una barbaridad. (...)

Hay una Guadalajara antes y espués de la represión franquista. La clase media sufrió un golpe brutal y dañó especialmente al campo. Hay cientos de alcaldes y concejales que fueron represaliados, hay más de 229 concejales procesados, o sea, que pasaron todos por la cárcel. Hay momentos en Guadalajara capital en los que se habilitan cárceles para 5.000 presos. (...)

Para rastrear estos datos, los historiadores se han servido de los certificados de defunción y auscultando las patologías de muerte, que están en función de la edad y la situación que padece.

«Es una proporción de muertos muy alta -recalcan- y que solo se explica porque el régimen de internamiento estaba cercano a la inanición. La fotografía que podemos ver de las cárceles es que, si no había un apoyo externo, es decir, si los presos no tenían familia y no tenían recursos, el régimen de vida carcelario condenaba a muerte por enfermedad o por inanición».

Estas mismas condiciones de internamiento, durante la 2ª Guerra Mundial, eran consideradas crímenes de guerra. Así, literalmente. Son víctimas directas de la represión porque los presos sometidos a un régimen que no les garantiza la supervivencia en prisión son personas que se van agotando lentamente. (...)

Y bueno, también el papel hipócrita del nacionalcatolicismo respecto a todo esto, que no se preocupa por la salud de sus presos o porque las torturas se produzcan, o porque sus ejecuciones sean injustas. Busca su salvación espiritual, pero no hace nada en absoluto por el maltrato que sufren.

- Califican los consejos de guerra de «surrealismo jurídico».

-Totalmente. Es la justicia al revés. Se aplica el código de justicia militar a civiles, lo cual era ilegítimo según la legislación republicana, y se les juzga por «auxilio a la rebelión» a personas que lo que hacen no es rebelarse, sino enfrentarse a una rebelión militar. Es decir, los que se rebelan contra un Gobierno legítimo son los que acusan de rebelión a los que se enfrentan a ellos.

Es surrealista. Adjudican a un abogado, militar normalmente, y no es fácil distinguirle porque prácticamente decían lo mismo que el fiscal en cada proceso. A veces, el abogado conocía a su propio defensor en la propia sala o cinco minutos antes. No podían preparar ningún tipo de defensa. Eso no eran juicios." (Foro por la memoria de Guadalajara, 28/01/2011, 'Guadalajara: «Víctimas de Franco: La persecución de una casta inferior»', de Raul Conde)

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