1/9/10

El crimen organizado mexicano se ceba con los inmigrantes 'sin papeles'

"Como a las siete de la noche, cuando la frontera sur de México había quedado atrás, Carlos escuchó la orden de quedarse quieto. El tren en el que este guatemalteco iba de polizón acababa de detenerse en Medias Aguas, en el Estado mexicano de Veracruz. Desobedeciendo la instrucción, Carlos saltó del ferrocarril y se escondió en el monte. "A dos salvadoreños que se opusieron al asalto, los mataron sin mayor menester".

Ese fue el primer susto. Dos horas después, el tren siguió su ruta al Norte. Y en él, colgados en racimos entre los vagones o en los techos, decenas de inmigrantes centroamericanos. A las cinco de la mañana avistaron Tierra Blanca, aún en Veracruz, pero ahí Carlos no corrió tanta suerte.

"El tren estaba parado cuando llegó alguien a quien llamaban El Gordo con seis hombres, en un carro verde. Al coyote le permitieron apartar a su gente. A los que viajábamos solos, los seis pistoleros nos decían que si no aportábamos un número telefónico de parientes en Estados Unidos nos iban a matar. Los que se negaron fueron tableados. Dos intentaron escapar y los asesinaron. Como yo soy bien pacífico, di el número para que me no hicieran nada", cuenta Carlos por teléfono. (...)

En su intento por llegar a EE UU, el entrevistado -que habla a condición de que no se revele su identidad- resume que en su viaje vio cómo mataron a cuatro personas, se encontró cadáveres tirados en basureros y pasó hambre tres días en una casa de seguridad atestada de centroamericanos.

La parsimonia con que cuenta que sus parientes enviaron telegráficamente 1.000 dólares para pagar por su libertad solo se pierde cuando se le pregunta si no había policías cuando los secuestraron: "No hicieron nada, solo se nos quedan viendo, ellos le avisan a El Gordo que ya llegó el tren". (...)

El balance, siete días después, cabe en unas cuantas líneas poco novedosas: los autores de la matanza fueron Los Zetas (era más que sabido que este grupo, además de dedicarse al narcotráfico, domina las redes de extorsión y secuestro de los sin papeles); como no podían pagar su rescate, a los indocumentados se les propuso, de acuerdo con el testimonio del único sobreviviente, enrolarse en la organización criminal (tampoco táctica nueva); se habrían negado y los mataron. De los 31 identificados, 14 son hondureños, 12 salvadoreños y cuatro guatemaltecos. Hay además un brasileño. Y el sobreviviente, ecuatoriano. Hay otro dato: el agente que dirigía la investigación desapareció, junto con un policía, el 25 de agosto, un día después del hallazgo de los cadáveres.

Cuando se le pide que defina lo que para él es México, Carlos dice que es "un cementerio de centroamericanos, que solo andan buscando una vida mejor. Aquí la mercancía son los inmigrantes".

Las ganancias de ese negocio rondan los 25 millones de dólares al semestre, según la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH). Su más reciente informe sobre secuestro y extorsión, realizado en 2009, contabiliza 9.758 testimonios de migrantes que habían sido víctimas de esos delitos solo en el semestre estudiado.

Un refugio sin horarios

El reloj no marca hora de cierre en Belén Posada del Migrante. Antes no era así, pero la llave se dejó de echar cuando se volvieron frecuentes los casos de sin papeles que saltaban la barda en su huida de los secuestradores que los perseguían. Antes tampoco permitían que nadie estuviera más de tres días. Pero en 2009 eso cambió.

"¿Cómo echarlos cuando una mujer violada 70 veces, o alguien golpeado y retenido durante semanas tardan en recuperarse?", se cuestiona el sacerdote diocesano Pedro Pantoja, de 66 años, que atiende desde hace una década este espacio de acogida en Saltillo, Coahuila (norte de México). "Las primeras palabras que los migrantes pronuncian son 'tengo mucha hambre'.

Así que lo que hacemos es darles algo de comer, sin importar la hora que sea. Luego, dormirán el tiempo que necesiten". Ubicada a 100 metros de las vías del tren, Belén Posada del Migrante es uno de los 42 centros de este tipo que conforman la red de la Comisión Episcopal de Movilidad Humana, un sistema que alberga diariamente a unos 5.000 sin papeles.

"Los migrantes viven en una psicología de guerra, guiados por sus instintos de búsqueda, seguridad y esperanza. A los que han sufrido les damos ayuda psicológica. Ya luego, los preparamos. Tenemos un ingeniero que les da cursos sobre el desierto, sobre cómo caminar, cómo cruzar el río Bravo, cómo respirar para cansarse menos, cómo evadir a Los Zetas. Es una capacitación para el viaje", explica el padre Pantoja vía telefónica." (El País, 31/08/2010)

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