21/6/10

La represión de la orden 'Las Hijas de la Caridad'

"Dejaron huella en los reclusos y reclusas las famosas «sacas» nocturnas camino del paredón, o las palizas a los presos por grupos de falangistas y matones que, a veces, entraban en las cárceles con el visto bueno de funcionarios, monjas y capellanes. Los relatos de maltrato de parte de las monjas estremecen, las condiciones higiénicas, sanitarias, alimenticias... humillantes, son relatos de campos de exterminio. Sencillamente espeluznantes.

Por esa razón muchas supervivientes, mayores de 80 años, no daban crédito cuando en septiembre de 2005 otorgaron el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia a la orden religiosa de Las Hijas de la Caridad, “ por su excepcional labor social y humanitaria en apoyo de los desfavorecidos en España desde fines del siglo XVIII”.

Pocos saben que dicha orden religiosa gobernó con mano de hierro las “galeras” (1) o antiguas cárceles de mujeres durante el siglo XIX y comienzos del XX, hasta su expulsión por Victoria Kent en 1931, la primera mujer Directora General de Prisiones de nuestro país, que las sustituyó por un cuerpo de funcionarias especializadas.


Y que, acabada la guerra, el dictador Franco volvió a recurrir a ellas como carceleras en establecimientos de infausta memoria como la prisión barcelonesa de Les Corts, Palma, Málaga, Valencia y otras muchas. Otra orden religiosa femenina, las Hijas del Buen Pastor, llegó a administrar la cárcel madrileña de Ventas, la más poblada de la historia de España, de la que salieron las famosas Trece Rosas para ser fusiladas en agosto de 1939.

Las monjas colaboraron en el
secuestro de niños y niñas rojos, separatistas y republicanos de madres presas y en su entrega a falangistas y gentes victoriosas. A otras niñas las raptaron para sí y las hicieron monjas.

Las Hijas de la Caridad de la prisión en Palma de Mallorca vendían en el economato a 1 peseta el kilo de pescado que la gente pobre entregaba para las presas porque se morían de hambre. En Amorebieta hicieron lo mismo con los tomates regalados por la gente y en Saturrarán las monjas hacían acopio de los suministros que les entregaban para el sustento de las presas y ellas lo vendían en estraperlo. En Les Corts los beneficios adquiridos mediante el cultivo del extenso
huerto -trabajado por presas que redimían pena- nunca se tradujeron en una mejora efectiva del rancho, motivo constante de quejas e incluso de plantes y protestas." (Fusilados de Torrellas, 20/06/2010)

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