La unificación alemana, sorprendentemente, favoreció este discurso conservador. El recuerdo de las víctimas del comunismo de la RDA ha generado, con palabras de Ernst Piper, una "competencia de víctimas" en la memoria colectiva alemana: las víctimas del régimen nacionalsocialista compiten ahora con las víctimas del régimen comunista y esto permite transformar la interpretación de la culpabilidad: los alemanes dejan de ser sólo los culpables de los crímenes del nacionalsocialismo, ya que también -aunque de forma indirecta- han sido sus víctimas en una dictadura que fue consecuencia de la guerra. (...)
El pasado, por definición, nunca es selectivo, porque sus experiencias siempre conforman una totalidad que nos condiciona. Sólo el abandono de la tentación de construir una memoria selectiva, sesgada, permite vivir "con normalidad". Dicho de otra manera: no puede haber normalidad en Alemania sin el recuerdo activo de 1939/45, sin el reconocimiento de los crímenes cometidos y sin la asunción de la culpabilidad.
Por otra parte, tenía razón Walser al denunciar las tendencias de rutinización de la memoria de la guerra y del Holocausto. La presencia masiva del horror nacionalsocialista en la cultura política de Alemania es buena y necesaria, pero debe evitar dos consecuencias: una, la de la burocratización y del aburrimiento, y la otra, la de la trivialización de la barbarie a través de su conversión en una mera experiencia estética. La monumentalización del horror también puede llevar a que lo que queda al final no es más que la fascinación por el horror monumental. (...)La memoria del 9 de noviembre (de 1989) quedaría mutilada sin la memoria del 1 de septiembre (de 1939), digan lo que digan los abogados de la anestesiada normalidad." (LUDGER MEES: Hitler y el enano de decoración. El País, ed. Galicia, Opinión, 10//11/2009, p. 27 )
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