7/11/08

Los desaparecidos franquistas, los "paseados", los enterrados en las cunetas... los que quedan

"La represión, hasta donde lo permiten las fuentes, ha estado parcialmente bien establecida. Otra cuestión es la de los desaparecidos, es decir, aquellas víctimas de la represión que fueron enterradas en fosas comunes y que, en muchos casos, no dejaron rastros ni siquiera en la memoria oral.

Afecta, sobre todo, a las víctimas de la represión franquista de las que 70 años después no es fácil a menudo encontrar referencias. Y todavía quedarían las fosas de los frentes de guerra de las que se conoce a veces su ubicación pero de las que casi siempre resulta imposible saber la identidad de los soldados enterrados.

Un ejemplo ilustrará mejor cuanto llevamos dicho. Como ha puesto de relieve el libro de Toni Orensanz (L'òmnibus de la mort: parada Falset, 2008), en el verano de 1936, la denominada Brigada de la Muerte al mando de Pasqual Fresquet, que murió en el exilio francés en 1957, sembró el terror en las tierras del Ebro en Cataluña, en el Maestrazgo y en Aragón, donde asesinaron a un mínimo de 250 personas.

Lo hicieron a cara descubierta mientras Fresquet daba mítines a los vecinos sobre la necesidad de la "higiene revolucionaria". Convencidos de que estaban aplicando una "justicia revolucionaria", lo cual no los exime de sus crímenes, los fusilamientos tenían lugar en las tapias de los cementerios y las víctimas eran enterradas después en fosas comunes.

En muchos casos sus restos fueron exhumados después de la guerra y enterrados dignamente por sus familiares. En esas mismas comarcas, la represión franquista fue brutal. En Aragón fue, a menudo, una represión de silencio jurídico, al margen de la legislación franquista, que no era ninguna garantía por otra parte de equidad ni de justicia. Una represión que se prolongó una vez acabada la guerra con aquellos que volvían a sus pueblos tras meses o años refugiados en localidades vecinas o en el exilio.

Fue una represión callada de la que no dan cuenta los consejos de guerra. Fueron enterrados en fosas comunes en el campo y sus familias sufrieron durante años, en comunidades cerradas y de escasa población, el oprobio de los asesinos que se jactaban de haber dado muerte a sus padres, maridos o hermanos, pero que nunca quisieron revelar dónde habían enterrado a las víctimas.

Y de eso precisamente se trata, de rescatar del olvido y dar digna sepultura a unas víctimas asesinadas hace siete décadas. No se trata de abrir todas las fosas comunes que existen, porque en muchos casos (especialmente cuando se trata de fosas masivas), después de 70 años, será imposible la identificación de los restos.

Pero sí que debería establecerse de manera rigurosa un mapa de fosas comunes de represaliados y de soldados, proceder a su señalización y dignificación como espacio de memoria (tal como se hizo en Europa tras la II Guerra Mundial) y, cuando se sabe quiénes fueron enterrados, proceder a la exhumación de la fosa, la individualización de los restos y la identificación de las víctimas.

No, no se puede pasar página mientras no hayan sido rescatadas del olvido las víctimas de la represión y dignificada su memoria. No es una cuestión de revancha, sino de justicia y dignidad, porque difícilmente se puede encarar el futuro olvidando un pasado que ha dejado en cunetas y campos los restos de unas víctimas condenadas a ser enterradas en el olvido y a las que se negó el derecho a ser dignamente sepultadas." (ANTONI SEGURA : Represión, víctimas y desaparecidos. El País, ed. Galicia, Opinión, 06/11/2008, p. 35/6)

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