"Su primer desnudo, en los sesenta, le costó el divorcio. El último lo hizo con 72 años cumplidos. Miró de frente a los mejores fotógrafos del mundo (Helmut Newton, Richard Avedon...) y a un grupo de hombres a los que habían encargado torturarla. Fue la consentida de Coco Chanel, la primera supermodelo brasileña, la amante de un expresidente francés, la interna de un psiquiátrico. Acaba de presentar en el festival de San Sebastián La abuela, que se estrena en cines el 29 de octubre. “Vera nos ha fascinado”, afirma el director, Paco Plaza. A sus 85 años está rodando un corto, un largometraje y una serie. La actriz no piensa en jubilarse después de una vida de película.
Pregunta. De todo lo que ha visto y padecido ¿qué la hizo más feliz y cuándo sufrió más?
Respuesta. Me vuelve loca el teatro, trabajar con público. Lo que más me ha hecho sufrir ha sido la tortura. Y ahora, como creo que cualquiera que quiera a Brasil, estoy triste por culpa de Bolsonaro. Mucha gente murió porque él decía que la covid era una gripecita. No le importamos, no le gustamos. Está arruinando al pueblo.
P. ¿Cómo terminó una modelo en un centro de torturas?
R. Brasil era entonces una dictadura. En mi familia, intelectuales de izquierda, casi todos habían sido arrestados o se habían exiliado. Un día, viniendo de París, me pillaron en el aeropuerto de Río con una papelina de cocaína en el bolso. Al ver a qué familia pertenecía me llevaron a un sitio y me pegaron. Luego me torturaron los militares, querían que revelara nombres de opositores. Me aplicaron descargas eléctricas, me metieron en una sala enorme, como un congelador, llena de espejos. Yo estaba desnuda y muerta de frío. Me pegaban entre varios, nunca eran los mismos. También me dejaban suspendida sobre un agujero en el que decían que había serpientes... Estuve un mes allí y luego cerca de un año en un psiquiátrico [logró salir gracias, entre otros, a la ayuda de Bertolucci]. Tenía mucho miedo, hasta que me dije: “Lo peor que te puede pasar es morir”. Luego bloqueé el miedo, pero a veces aún puedo sentir aquel frío.
Tenía 16 años y abortar era delito. Tuve que hacerlo en secreto
P. Antes de eso se había convertido en el ojito derecho de Coco Chanel. ¿Cómo se conocieron?
R. La primera vez que un señor me preguntó si era modelo yo no sabía qué era eso. Tuve que preguntárselo a mi madre, que cogió una revista y me dijo: “Esto”. Ahí vivíamos en Burdeos. Luego fuimos a París. Una amiga me presentó a la modista Elsa Schiaparelli y empecé a trabajar. Fuimos a Londres a presentar una colección. Estaban las princesas Margaret e Isabel, fue impresionante. Me hice muy amiga de la modelo Suzy Parker, que un día me dijo: “Te voy a presentar a una mujer fantástica”. Era mademoiselle. Me la presentó y empecé a trabajar para ella. Chanel me quiso como una madre. Cenábamos siempre juntas y el resto de modelos tenía celos. Me reñía porque salía por las noches y siempre llegaba tarde. Me echó tres o cuatro veces, pero siempre volvía. Creo que le gustaba porque era muy libre, como ella.
P. Las ventajas son obvias, ¿pero la belleza le arrebató algo? ¿Inocencia, por ejemplo?
R. Mientras trabajaba de modelo no podía quedarme embarazada y en aquel momento el aborto era un delito. Tuve que hacerlo en secreto. Me metieron en un coche, tumbada en la parte de atrás y me llevaron lejos, no sé dónde. Yo entonces no quería ser madre [luego tuvo dos hijas], no quería casarme y pensé que no sería buena para aquella criatura. Tenía 16 años, pero sigo pensando en ello.
La cirugía estética quita expresividad. Me dan pena esas actrices
P. La abuela es una película de terror en la que el demonio es la vejez. ¿Es más duro envejecer para alguien que ha sido tan bello?
R. Para mí es más psicológica que de terror. Y yo nunca me he visto bella. Chic, elegante, sí, pero eso no envejece.
P. ¿Qué piensa cuando ve a actrices deformadas por la cirugía estética para no envejecer?
R.
Las arrugas son lo que has vivido. Yo solo me operé aquí [señala una
papada inexistente]. Pierdes la expresividad como actriz. Las miro y me
da mucha pena." (Natalia Junquera, El País, 05/10/21)
No hay comentarios:
Publicar un comentario