2/9/21

La mujer que más tiempo pasó en las cárceles franquistas

 "Manolita del Arco entró a prisión con la mayoría de edad casi recién cumplida y salió de la cárcel de Alcalá de Henares con 40 años.

 Esta es la historia de las "putas rojas". De las comunistas, de las que fumaban, y de las que pasaron décadas en la cárcel. En concreto, es la historia de Manoli del Arco, la madre del escritor y sociólogo Miguel Martínez del Arco; y la de sus compañeras: Paquita, Villa, Feli, Manola. Su hijo publica ahora 'Memoria del frío' (Hoja de Lata), donde hace un recorrido por la biografía de su progenitora

La mujer que más tiempo estuvo en la cárcel durante la dictadura franquista, casi dos décadas. Y por la de su padre, quién también fue preso durante 27 años. Y de las 5.463 cartas que se enviaron durante los 19 años que estuvieron ambos encarcelados a la vez. Martínez del Arco es el fruto de un encuentro en el breve período de libertad de ambos. Después de la concepción, de vuelta al calabozo.

‘Memoria del frío’ recorre las ciudades de Madrid, Bilbao, Donosti, Coruña. Las traslada a una época de tormento para unos, de goce para otros. Manoli del Arco cambió de identidad, de alojamiento, de vida. No fue suficiente para mantenerse a salvo. "¿Eres piculina?’", le pregunta una funcionaria en la entrada de prisión en Ventas; ‘’Pero qué dice. Yo soy una presa política’’. Y muy joven, arrestada por primera vez con 19 años en la calle Almagro

‘’Mi madre jamás habló de ese lugar pero estoy seguro de que en el Ministerio de Interior tiene que haber algo’’, explica del Arco a El Confidencial. Fue detenida una vez tras otra, por diferentes razones. ‘’5 de junio de 1943, Manuela del Arco Palacios acusada de delito contra la seguridad del Estado (....) condenamos a la procesada a pena de muerte.'' La clave era no desistir: al menos eso le recordaba Ángel -su amado- en cada carta y breve encuentro.

Carné de antifascista

¿Cuáles fueron los gravísimos eventos que cometieron estas mujeres para mantenerse presas tantos años? ‘’La represión franquista incentivaba el miedo para controlar a la población -con detenciones por tener el carné de la UGT-, pero también fue muy selectiva y depurada: querían diluir cualquier proceso de organización antifranquista, y la que mejor funcionaba en esos años era el PC. No cometieron ningún acto vandálico en concreto pero, cuando se conculcaron los derechos de reunión, comunicación en información, todo era delito. Hilaban bien para alcanzar cualquier elemento organizativo que quisiese derribar la dictadura de Franco’’, explica Martínez del Arco.

 El trabajo de investigación por el compromiso personal del autor con la historia y la búsqueda en el Archivo del PCE y el Archivo Histórico de la Defensa han sido claves para la construcción del relato: ‘’Me tomé casi dos años sabáticos y los primeros diez meses los pasé investigando. También recurrí a archivos por internet de Salamanca, Ávila, de PARES… luego solicité información al Ministerio de Interior. Me pedían un documento de identidad y el libro de familia para justificar que Manoli y Ángel eran mis padres. La solicitud fue hace un año y todavía no me han contestado.’’

 Pero las cartas son reales. ‘’Fue toda una sorpresa: abrí el arcón de mi cama y dentro de una bolsa, había un paquete. ¡Ahí estaban! Hay de 8 ó 9 años, el resto se perdieron'', sentencia.

Sororidad y humor

Manoli del Arco fue trasladada de tanto en tanto. En Málaga ingresó con veintiséis años después de participar en la primera huelga de hambre en 1946. Las presas fueron dispersándose entre las cárceles de mujeres de Saturrarán, Segovia, Córdoba, Alcalá de Henares o Ventas; la más concurrida. Después, en Segovia -donde permanecería ocho años-, se produjo la huelga de hambre que más repercusión tuvo junto a otras compañeras como Paquita Molina o Josefina Amalia Villa. Era enero del 49, faltaban siete años para su ingreso en Alcalá de Henares

 Las relaciones entre mujeres marcaron un punto de ¿apoyo?, ¿sustento?, ¿solidaridad?, en su vida. El reencuentro con su madre (Alicia) tras su primera amenaza, la crianza con su tía Angelines en Madrid, sus amigas de la infancia Feli y Manola y sus compañeras de celda. La relación de Manoli con Mary -que sería la ‘madrina’ de su hijo- duró hasta el final de sus días. También recuerda a la abuela Encarnación en Andalucía -que no llegaba ni a los 50, y que sabía lo mismo por vieja que por diabla-, y el contacto con presas comunes. Manoli apuntaba en su diario: ‘’Muchas mujeres son trabajadoras del campo que se han visto obligadas a delinquir. No tienen medios, no tienen formación’’. Y delinquen por necesidad o por venganza. ‘’Envidia llegué a tener de los muertos’’, le confiesa a Manoli la abuela Encarna.

 El autor explica que ''esas mujeres -Feli, Manola, Mary- son mi linaje, fueron mi familia real. Crearon espacios que hoy entendemos como feministas, aunque iban evolucionando. Mi madre no pensaba igual en los 40 que en los 2000, ellas cambiaban con las circunstancias a dos niveles: el mundo progresaba y ellas eran más permeables que los hombres, se impregnaban de los cambios de la sociedad más fácilmente. Por otro lado, se estaban produciendo acontecimientos que ellas mismas habían soñado. Mi madre nunca tuvo que cambiar de opinión respecto al aborto porque siempre estuvo de acuerdo, yo he crecido desde niño sabiendo que es un derecho de las mujeres.’’

 Manoli del Arco era lectora y el cura no entendía por qué prefería leer la biografía de Marie Curie -pasado el criterio de censura de los carcelarios- a los evangelios. A través de la ficción, su hijo arrastra al lector al seno de una época donde todas esas ‘putas rojas’ hacían apogeo de la sororidad entre las rejas. Y pasaban hambre y sufrían palizas, pero también se reían. El escritor recurre a la narrativa en prisión enfatizando el humor: "Yo que tuve la oportunidad de convivir con mujeres y hombres presos, pude apreciar una gran diferencia entre la lucha de ellas y la lucha de ellos. Las mujeres se ocupaban de los cuidados y de los espacios que tienen que ver con los afectos y relaciones personales. Los hombres tenían una visión más ligada al sacrificio y a la militancia heroica. Ellas, más empapadas de la vida cotidiana, encontraron en esos espacios de cuidados la libertad para sentirse vivas. Eso lleva al humor: a reírse de la norma, que constituyó una parte esencial de sus vivencias como opositoras’’.

Cartas de amor

Manoli y Ángel se conocieron en el inicio de la dictadura. Ella, camarada de apenas veinte años. Él, infiltrado en la Falange luciendo camisa azul y ganándose el respeto de su enemigo. Comunistas, compañeros: las cartas viajaban de celda en celda y de año en año con la esperanza de encontrarse pronto. ‘’Queridísimo mío, qué ganas tengo de verte’’. ¿Amor? ¿Necesidad de cariño? El intercambio de palabras entre presas y presos -entre Burgos y Saturrarán, entre Carabanchel y Málaga- para ‘aliviar la soledad’ era algo frecuente. ''Prisión de Segovia, 22 de diciembre de 1949. Dentro de dos días vuelve a celebrarse Nochebuena y una más que las circunstancias nos mantienen separados, ¿será la última? Esta es mi esperanza y no puedes imaginar la cantidad de proyectos que formo pensando que pudiera ser así. Tu Manoli.'' Cartas clandestinas porque no estaban casados. Manoli tenía veintidós cuando le conoció, no volvería a verle hasta los 40.

 1960. Ambos salieron de prisión; nació Miguel y poco después, Ángel Martínez regresó a la cárcel. El autor recuerda la dureza de verse privado de convivir con su padre, pero ‘’tuve una infancia dura, no triste’’. Se veían tres veces al año intentando aparentar normalidad. Un juego de actuación por parte de ambos. ‘’Salió de prisión con más de 70 años, muy deteriorado. Murió a consecuencia de las torturas y no le dio tiempo a reconstruir al completo su relación conmigo.’’

Manoli fue arrestada en varias ocasiones pero nunca volvió a prisión. Educó a su hijo rodeada de sus amigas y optando por alternativas poco frecuentes en los 60 y 70. "Era muy culta; los domingos me llevaba al Prado para hacer gymkanas conmigo’’, explica el autor. Manoli del Arco murió con 86 años por un problema cardíaco provocado por fiebre reumática. Tuvo tuberculosis renal -que le provocó grandes dolores en prisión- y problemas ginecológicos por los que, aparentemente, no podría ser madre. Lo fue. Y hoy su hijo publica una historia ficcionada de su vida. 

Sujetos activos

‘Memoria del frío’ -título que proviene de la continuidad de las bajas temperaturas en todas las prisiones, especialmente en Segovia- tiene un discurso cercano. Empatiza con las vivencias de las encarceladas y juega con los saltos temporales. ¿Cuál es la intención del autor más allá de la reconstrucción de la biografía de su madre? ‘’La reivindicación de que las mujeres fueron resistentes. Constituyeron, desde cualquier punto de vista, un espacio esencial para la lucha de la democracia. No solo tiene que ver con acontecimientos concretos, sino con una manera de ver la vida mucho más ligada a lo que hoy entenderíamos como feminismo. Salvo Dulce Chacón, siempre se ha tratado a las mujeres antifranquistas como víctimas de sus maridos, que estaban ahí casualmente. Y sí, puede que alguna estuviera bailando con un miliciano y justo le matasen por eso, pero no siempre fue así. No fueron objetos secundarios, fueron protagonistas. Tenían un pensamiento político y tomaron decisiones, a pesar, por supuesto, del machismo imperante''.

 Pero cuidado con la memoria histórica. Que no se tergiverse la intención crítica con llantos nostálgicos. ‘’Hay que anteponer la verdad, justicia y reparación; clave para resolver muchos de los problemas que tiene este país. Pero eso no suficiente. Hay toda una historia de vida que responde a una cosmovisión que debería formar parte de nuestra ciudadanía. No hemos generado un recorrido histórico, afectivo y cultural que tiene que ver con la gente que trató de construir un mundo diferente.’’

Edurne Portela recurre en el prólogo al termino de la posmemoria: los efectos de una experiencia no vivida, pero sentida como propia. Miguel Martínez del Arco redacta esta novela siendo parte de la historia, desde fuera y desde dentro: ''la vivo contada en mí''. Manolita del Arco fue criada por sus tíos en Madrid, dejó de ir a misa con 11 años y se alistó a la Asociación de Mujeres Antifascistas al inicio de la guerra. Y muchas cosas más: huyo a Bilbao, a A Coruña, dio cursillos -políticos y no políticos- con sus camaradas presas, no abandonando nunca el afán por el saber. Y fue madre y esposa. Martínez del Arco recoge la esencia de la linea de vida y la traslada en forma de novela porque no hay nada más real que la ficción."                      (Andrés Fanós, El Confidencial, 28/08/21)

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