20/10/17

En la plaza del pueblo se anunciaba a los que iban a ser fusilados y se pedían voluntarios. A quien se ofrecía le daban un bocadillo y un litro de vino, después en el cuartel de Falange pagaban 1 peseta de jornal

"(...) Isidro fue nombrado Secretario General de las “Izquierdas” de El Rocío, algo que llevó con mucho orgullo. El guardia del Coto de Doñana andaba detrás de Isidro por este asunto, y porque Isidro furtiveaba, ya que la gente de la zona, necesitaba los alimentos que la Marisma y Doñana aportaban a la escasa y pobre dieta local.

 La familia tenía una bandera republicana en la choza del Acebuchal donde vivían. Desde allí organizaron una pequeña manifestación de apoyo a la República, dando una vuelta por las calles principales de El Rocío. 

Las hijas María y Luz, vestiditas con un traje rojo que les hizo Isabel la Coraje, presidían la marcha con la bandera republicana. Aquello no sentó bien a los sectores más reaccionarios de la aldea, y esto se sumó a la rabia que el Guarda del Coto y algunos falangistas le tenían.

El 25 de julio las tropas fascistas rebeldes entraron en Almonte, e Isidro se alejó varios días a la marisma a recoger el ganado y alejarse de la angustia del ambiente. Cuando a los pocos días volvió, se enteró de que 2 guardias civiles habían estado preguntando por él; al día siguiente volvieron a la choza con instrucciones de que se presentase en el Ayuntamiento de Almonte.

 Amigos y familia le aconsejaron huir, pero Isidro, convencido de que no habría acusación ya que nada había hecho, acudió a la cita, aunque las niñas le decían, ¡Papá no te vayas! ¡Papá te queremos! ¡Acuérdate de nosotros!

Isidro fue empujado por 2 falangistas al despacho del alcalde. En una habitación cercana, Frasquita una buena mujer republicana, lloraba con un llanto que desgarraba el alma preguntando por su hermano, estaba rapada y su cara reflejaba un gran dolor. Tras un interrogatorio y 3 días de cárcel le dejaron libre, los falangistas le habían robado un caballo, 2 yeguas y parte del ganado. 

 Pero volvieron a por él, le subieron a un camión con otros vecinos y le llevaron al cuartelillo, donde los maltrataron, y después a la cárcel. En la plaza del pueblo se anunciaba a los que iban a ser fusilados y se pedían voluntarios. 

A quien se ofrecía le daban un bocadillo y un litro de vino, después en el cuartel de Falange pagaban 1 peseta de jornal. Allí tenían las listas de fusilamientos, acumulaban lo que robaban a los “rojos”, rapaban, daban ricino, maltrataban o violaban a las “rojas” o las que tenían vínculos con algún “revolucionario”.

Mariquita se acercó a preguntar al alcalde y al cuartel de la guardia civil: “Lo llamamos y lo tenemos encerrado para matarlo. ¿Pero él que ha hecho? Nada, lo matamos por sus ideales”. Sin preguntas, causa, juicio, amparo, cargos, inscripción, los trasladaron directos a fusilar en un camión que los llevó hasta las tapias del cementerio de Hinojos. 

Los bajaron, les quitaron lo que llevaban, a empujones los colocaron en fila detrás de un pino. Sonó una voz, ¡ahora os vamos a dar vuestro merecido rojos de mierda!. Estaba casi amaneciendo, cuando sonaron las descargas. Después trasladaron los cadáveres a una fosa común.

Mariquita enloqueció. Estuvo más de 3 meses llorando de noche y día, intentó rehacer su vida, con la dificultad y la presión de ser mujer de un “rojo asesinado”. Lo peor que se podía ser. Ella y la niñas fueron humilladas y rechazadas. No pudieron ir a la escuela y desde muy pequeñas, tuvieron que ganarse la vida sirviendo a esa clase dominante, a los vencedores. Al poder que había matado a su padre."                  (Documentalismo memorialista y republicano, 15/10/17)

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