“En el tren, 3 de abril de 1944
El tren marcha con mucho retraso, lo que se debe a los
diarios ataques aéreos contra las vías y las estaciones. Lectura: los diarios de Byron y Les moeurs curieuses des chinois.
Junto a la ventanilla dos jóvenes oficiales de las tropas
blindadas; uno de ellos se distingue por tener una buena cara. Sin embargo,
hace ya una hora que van hablando de asesinatos.
Uno de los dos quiso, en
compañía de sus camaradas, hacer desaparecer en un lago a un francés sospechoso
de espionaje; el otro defiende la opinión de que tras cada atentado contra
nuestras tropas hay que llevar al paredón a cincuenta franceses:
—Así se acabarán pronto esas cosas.
Me pregunto cómo ha podido extenderse con tal celeridad esta
mentalidad de caníbales, esta completa maldad, esta falta de corazón para con
los demás seres, y cómo se explica esta rápida y general transformación en
negros.
En el caso de estos jóvenes es muy posible que no hayan sido ya
afectados por ningún resto de moral cristiana, pero cabría aguardar que en su
sangre se hubiera conservado el sentimiento de la vida caballeresca y del honor
militar, o también el decoro de los antiguos germanos y su consciencia de lo
justo.
Pues de suyo no son tan malvados y su corta vida afronta de buen grado
sacrificios que son dignos de admiración. Desearía que además del indubitable
predicado «sin miedo» les correspondiese también el predicado «sin tacha».
Pues, desde luego, sólo lo segundo hace que sea valioso lo primero.
(Ernst Jünger: Radiaciones II. Diarios de la segunda guerra
mundial (1943-1948). Tusquets Editores, 2005. Págs. 226)
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