"Christine Cynn y yo habíamos comenzado a rodar en
Indonesia una película protagonizada por una comunidad de sobrevivientes
de las masacres del régimen del general Suharto, cuyos miembros
trabajaban en una plantación de palma de aceite.
Esta comunidad
intentaba crear un sindicato, pero temía correr la misma suerte que los
padres y abuelos de sus miembros, quienes fueron enviados a campos de
concentración o asesinados en 1965 por ello, pues los sindicatos fueron
declarados ilegales por el régimen.
Durante nuestras conversaciones con
ellos notamos el miedo de las víctimas y la absoluta impunidad en que
permanecían los crímenes cometidos por ex miembros de los escuadrones de
la muerte, quienes celebraban lo que había sucedido.
Los sobrevivientes
nos dijeron que algunos de quienes habían perpetrado esos crímenes
vivían cerca de allí y nos preguntaron si podíamos hablar con ellos para
obtener información de lo que había ocurrido con sus familiares y cómo
podían encontrar sus restos. Fue entonces cuando pensé que podríamos
abordar directamente a los victimarios y preguntarles sobre lo que había
pasado.
¿Cuál fue la reacción de estos hombres, se sintieron, acaso, intimidados?
Para nada, fueron abiertos y presuntuosos desde el principio.
Inmediatamente empezaron a hablar de los asesinatos que habían cometido y
fue horripilante: a veces lo contaban sonriendo enfrente de sus
esposas, sus hijos y sus nietos, actuando y representando sus crímenes.
Fue estremecedor, chocante y terrible. En ese momento vimos el contraste
entre los sobrevivientes, que vivían sumidos en el silencio, y los
perpetradores, que no tenían reparo en contar historias que les
incriminaban mucho más de lo que las propias víctimas podían contar:
Suministraron los nombres de los asesinados, entre quienes se
encontraban artistas, intelectuales, mujeres, sindicalistas...
cualquiera que pudiera ser visto como simpatizante de izquierda u
opuesto al régimen estaba en sus listas negras.
¿Cuál fue su primera impresión tras esos encuentros?
Constaté que esta situación no es inusual: el sur global entero ha sido
organizado de esta manera. Los perpetradores se han hecho a la victoria
a través de la violencia política masiva, con regímenes de terror;
evitan que la gente organice sindicatos, manejan los recursos naturales,
crean leyes laborales injustas para tener mano de obra barata... (...)
La película aborda un tema que es,
sin duda, muy polémico para la historia de un país ¿Tuvieron algún
impedimento para trabajar?
(...) Los problemas vinieron después de la escena en la que
representan una masacre en la que también hay mujeres y niños y uno de
los funcionarios del Gobierno dice que hay que cortar porque la imagen
que proyectan los hará quedar mal. Ese fue un momento muy tensionante
para mi equipo y para mí porque este hombre quiso llevarnos a la cárcel.
Por suerte cambió de opinión. (...)
Muchos de los ex paramilitares del
régimen o de sus colaboradores son funcionarios activos del actual
gobierno o han llegado a altas posiciones de poder, como evidencia la
película ¿Cuál ha sido la reacción del gobierno indonesio?
Una parte del Gobierno ha apoyado la película y otra ha amenazado a
algunos espectadores diciéndoles que serán los siguientes en ser
exterminados. Los militares ven a los artistas como los nuevos
comunistas y han incluido en esa categoría a quienes ven y difunden la
película.
Personalmente, recibo amenazas de vez en cuando. Creo que no
puedo volver a Indonesia o, mejor, creo que podría entrar, pero no salir
de nuevo del país. Eso es bastante triste para mí porque la película ha
sido como mi carta de amor para Indonesia; el equipo de rodaje en el
país, que permanece en el anonimato por motivos de seguridad, ha sido
como una familia para mí.
Me entristece que ellos no puedan implicarse
en esos cambios tan necesarios para Indonesia, que no puedan viajar
conmigo a los estrenos o a las muestras de la película alrededor del
mundo. Mi sueño es que las cosas cambien y que yo pueda poner en los
créditos de la película los nombres de todos ellos. (...)
Pancasila sigue siendo la ideología
nacional indonesia desde antes de la dictadura de Suharto y el país
sigue gobernado bajo sus preceptos. Teniendo en cuenta que, como se
muestra en la película, el movimiento Juventud Pancasila se ha
convertido en el ala paramilitar del régimen ¿Qué futuro le espera a
Indonesia?
Pancasila no es el problema, no
es una ideología especialmente mala, simplemente dice que debes creer en
dios. Utilizando ese precepto a conveniencia se declaró la guerra
contra los comunistas, porque son marxistas y Marx era un filósofo ateo.
Sobre esa base se justificaron el asesinato de miles de comunistas a
manos de personas religiosas, el genocidio, y todos los crímenes
cometidos con la excusa de defender al régimen.
La ideología de
Pancasila no necesariamente tiene que ver con lo que hace la Juventud
Pancasila, que se asemeja un poco a un grupo juvenil fascista
estadounidense llamado "Juventud por la Libertad" (Freedom Youth), que
ya puede imaginar de qué se trata. Así como en el caso estadounidense la
libertad no es el problema, Pancasila tampoco lo es en Indonesia. (...)
Si una buena parte de Indonesia
recuerda con horror y con dolor la dictadura de Suharto y sufre las
consecuencias de las políticas de los últimos gobiernos, incluido el
actual, ¿Cómo se explica que una parte de la población continúe apoyando
al régimen?
Algunos lo harán por
convencimiento, pero la mayoría lo hace por miedo. La gente vota por los
políticos porque le pagan por hacerlo. Los periodistas no mencionan los
nombres de los involucrados en actos de corrupción porque temen a las
consecuencias.
Por eso las comunidades de sobrevivientes y las
organizaciones de derechos humanos nos animaban a seguir adelante con la
película: "necesitamos poner en evidencia la naturaleza del régimen",
nos decían. Y no es porque los indonesios no lo sepan, sino porque
tienen tanto miedo que son incapaces de hablar de ello.
Usted decía antes que el mundo está controlado por personas como el
personaje principal del documental, Anwar Congo, y los demás que
aparecen en él; que es este tipo de gente el que hace que todo funcione
como lo hace ¿Quiere eso decir que el mal domina al mundo?
No creo que sea el mal el que controla al mundo, sino los seres
humanos. Ellos hacen el mal y, mientras existan, siempre será así. En la
película puede verse que los victimarios han hecho cosas malas porque
son humanos y, por eso mismo, conocen la diferencia entre lo que está
bien y lo que está mal.
Precisamente por eso, porque son seres morales,
se sienten atormentados por lo que han hecho y, para huir de ello, se
mienten a sí mismos justificándolo y celebrándolo. Quizá si nos
cuidáramos mejor entre nosotros, la sociedad sería diferente: nos
respetaríamos más, tendríamos disparidades menos grotescas entre
nosotros, como la desigualdad tan abismal entre ricos y pobres.
Quizá si
construyéramos una sociedad diferente, podríamos hacer que actos
atroces como los que cometieron los paramilitares en Indonesia fueran
inimaginables.
En una de las
primeras escenas, Anwar Congo baila el chachachá en la terraza donde
asesinó a alguien estrangulándole con un alambre. En otras escenas se ve
a otros paramilitares hablando sin remordimiento ¿Cree que estaban
orgullosos de lo que hicieron?
No lo creo.
Algunos de los que entrevisté al principio y que me mostraron los sitios
donde habían cometido sus crímenes sí estaba orgullosos; pero una de
las razones por las que escogí empezar la película con Anwar es que,
aunque es morboso como ninguno, él mismo dice que ha estado bebiendo,
fumando marihuana y bailando para olvidar lo que ha hecho.
Por eso se ha
convertido en buen bailarín y baila el chachachá. Como personaje es muy
interesante porque su conciencia está presente desde el principio.
Quizá el hecho de que bailara no sea una muestra de que se siente
orgulloso, sino de que sabe que lo que hizo era incorrecto, pero no
quiere mostrarle al mundo su sentimiento de culpa. Justifica sus
crímenes porque no quiere mirarse al espejo y ver a un asesino.
Para
mantener una mentira semejante, tiene que culpar a las personas a las
que ha hecho daño y decir que se lo merecían. Lo que la película muestra
es que la impunidad y la corrupción son inevitables cuando se instala
todo un régimen de terror y que nuestra aparente "normalidad" se
construye a costa del sufrimiento de otros.
Uno de los aspectos más interesantes de El Acto de Matar
es que, sin ser apologética, intenta mostrar que los perpetradores son
seres humanos como cualquiera de nosotros. Si partimos del principio de
que todos los seres humanos –incluyendo a Anwar y sus amigos- están
hechos del bien y del mal, ¿podría decirse que cualquier persona en
cualquier parte del mundo podría haber hecho lo mismo?
Hannah Arendt dijo que Adolf Eichmann, el teniente coronel de la SS
encargado de transportar judíos a los campos de concentración nazi, era
una persona común y corriente; fue terriblemente malinterpretada al
darse a entender que cualquier persona podría ser como él y hacer lo que
él hizo.
Esa malinterpretación tiene su origen en un error lógico: toda
silla es un mueble, pero no todo mueble es una silla. Creo que todos
estamos en la capacidad de pensar: "tengo suerte de no tener que
averiguar si yo sería capaz de cometer crímenes como los que ellos
cometieron".
Entonces ¿cree que el contexto puede tener algo que ver con que la gente haga ese tipo de cosas?
Sí, por supuesto. Creo que los seres humanos somos producto de la
sociedad en que vivimos, de nuestro contexto, de nuestro pasado. Si no
queremos mirar a nuestro pasado, es como si no quisiéramos saber quiénes
somos. Sólo tenemos una oportunidad para vivir en esta tierra y sería
un desperdicio vivir sin preguntarnos nada sobre lo que significa ser un
ser humano, sin preguntarnos quiénes somos.
¿Se sintió inmerso en algún momento en un dilema moral mientras hacía la película?
Personalmente, fue un proceso bastante doloroso porque no sabía cómo
hacer una película sin abordar a una persona honestamente y tener una
relación de proximidad con ella. Y, cuando te acercas tanto a una
persona, eso puede hacerte vulnerable.
Anwar hablaba y mostraba cosas
tan horripilantes que nos hicieron tener pesadillas a mi equipo y a mí,
así que fue bastante difícil. Pudimos lidiar con eso porque los miembros
del equipo son muy cariñosos y mostraron siempre su apoyo, de otro modo
no hubiera sido posible.
¿Qué sucedió con Anwar y los demás después de la película?
Creo que Anwar cambió en cierta medida, pero no tiene la fuerza para
reconocer que lo que hizo estaba mal. Vio la película el 1 de noviembre
de 2012 y estaba profundamente conmovido, lloró por un momento, fue al
baño y, al volver,me dijo: "Josh, esta película muestra lo que se siente
ser yo y estoy muy contento y agradecido por haber tenido la
oportunidad de mostrar estos sentimientos que he sido incapaz de mostrar
por décadas".
Él y yo seguimos en contacto y creo que así seguirá
siendo porque el rodaje de la película ha sido como hacer un viaje
juntos y lo ocurrido durante el proceso nos afectará por siempre." (Entrevista a Joshua Oppenheimer, director de "El Acto
de Matar", sobre los escuadrones
de la muerte de la dictadura del general Suharto en Indonesia, eldiario.es, 16/09/2013)
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