"Las vastas tierras de secano de unos pocos terratenientes se convirtieron en prolíferas tierras de regadío
Trabajos forzados durante la Dictadura de Franco, en definitiva. El
uso de personas no afines al Régimen, de presos políticos como mano de
obra esclava para reconstruir España tras la devastadora Guerra Civil.
Tal como reseñan los estudiosos de la Memoria Histórica,
“un aspecto bastante desconocido o ignorado en la bibliografía” (VVAA,
2004: X) que trata la posguerra española, incluido libros de texto y
manuales, programación escolar y universitaria.
Teniendo en cuenta que
esta práctica estaba regulada y formaba parte de la estrategia política e
ideológica del Dictador, se convierte en un caso de reflexión intensa.
Era una manera barata y “educadora” (para los enemigos de la Patria) de
reconstrucción económica y, a la vez, asentar las redes sociales del
nuevo régimen, cuyos grupos se verán favorecidos por estas obras de
infraestructura urbana.(...)
En este pequeño espacio recordaremos el Canal del Bajo Guadalquivir, tal
vez por su cercanía y por la transformación económica y geográfica de
la zona. Las vastas tierras de secano en manos de unos pocos
terratenientes se convirtieron en prolíferas tierras de regadío, por
parte de la mínima inversión del Estado y el máximo coste de la vida de
los presos de campos de concentración de la zona.
Así, los propietarios
de las tierras estarían eternamente agradecidos al Régimen por
regalarles unas obras que les convierten en latifundistas sólo a cambio
de ceder una mínima parte de las tierras. Una cesión que les favorecía
en gran medida, ya que sirvieron como poblados de asentamiento de los
trabajadores de las tierras de esos inmensos latifundios de regadío
recién convertidos.
Además, con el respaldo de un contexto político
donde no se produciría ninguna conflictividad social. Por tanto, estamos
hablando de un plan económico bien pensado y estructurado, con
garantías de implantación. Era insostenible el mantenimiento de las
prisiones y se dio la vuelta a la tortilla, creando la Redención de
Penas por el Trabajo para obtener mano de obra barata y favorecer el
crecimiento económico de una España devastada por la guerra.
Además,
todo este anclaje se sustentaba en un “fundamento teológico y jurídico”,
para justificar la reinserción de los presos en la sociedad (enmienda
moral) y en el ámbito laboral de manera rentable (realizar un trabajo
para el Estado y sostener económicamente a la familia). Sin embargo, el
salario obtenido era mucho menor que el de un trabajador libre (en la
gran mayoría sin ese subsidio) y las condiciones eran duras y penosas.
Era muy importante el papel de la familia existente en las colonias que
visitaban a los presos y les llevaban parte de alimentos que habían
reservado con mucho sacrificio para ellos. Sin embargo el poder se dio
cuenta que unos presos malnutridos no se convertirían en obreros que
rinden, por ello, tras pasar los primeros años (hasta bien entrado los
cuarenta) se empieza a proporcionar una dieta con más aporte calórico.
Contando además con un menú especial (reservar la carne) en fechas
importantes dentro del nuevo calendario del Régimen como el 18 de julio o
en festividades religiosas. Los presos debían acatar las ordenes y para
ello existía un sistema coercitivo y de autoridad gestionado por
militares y sacerdotes
La población penal provenía en su inmensa mayoría de la clase
trabajadora, y el hecho de cambiar de las cárceles a las colonias
penitenciarias se veía como un “alivio”, pese a, ni que decir tiene, las
durísimas condiciones de trabajo que había en ellas (VVAA, 2004: 201).
Además del control al que estaban sometidos por parte de soldados (hasta
1946, año en el que el control la guardia civil), ya que los campos de
trabajo se encontraban bajo disciplina militar.
Por tanto la represión,
el terror y la humillación estaban a la orden del día, los presos debían
acatar las ordenes y para ello existía un sistema coercitivo y de
autoridad gestionado por los militares (sobre todo por los de más
grado), “porristas” (funcionarios de prisiones encargados de la
vigilancia interna de los campamentos, que han quedado como los más
hostiles en la memoria de los presos y sus familiares) y los sacerdotes
(o capellanes militares) para implantar los principios del nacional
catolicismo.
Una manera cruel de asegurar el aumento de la productividad
en las obras del Canal. Una manera cruel de convertir presos políticos
en esclavos, de perpetuar una categoría social que se convertirá en
estigma para una gran mayoría de la población y sus familias." (Kaosenlared, 09/07/2013)
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