6/7/10

Terror colonial


Dos hombres encadenados en Bauliri, en 1904, al no poder pagar sus impuestos en caucho

"Lean esta historia sobre Henry M. Stanley (el de "el doctor Livingstone, supongo"). "En Londres había comprado cierto número de baterías eléctricas que, al fijarlas en el brazo por debajo de la casaca, se comunicaban con una cinta que pasaba por la palma de la mano del hermano blanco, y cuando éste daba al hermano negro un cordial apretón de manos, el hermano negro se quedaba muy sorprendido ante la gran fuerza del hermano blanco, porque lo dejaba tambaleándose con solo darle la mano de la fraternidad. Cuando el nativo preguntaba acerca de la disparidad de fuerza entre su hermano blanco y él, se le decía que el hombre blanco era capaz de arrancar árboles".

Con triquiñuelas similares, Stanley consiguió que jefes africanos firmasen tratados que entregaban su tierra al rey Leopoldo de Bélgica, que había fichado al explorador para poner su pica en el corazón de África. La historia pertenece a la carta abierta al monarca enviada por el coronel George W. Williams en 1890 (...)

El coronel Williams no era cualquiera. Era negro. Uno de los primeros con poder para influir -fue historiador y el primer parlamentario negro de Ohio- sobre los acontecimientos políticos. Williams viajó al Congo con la intención de llevar negros estadounidenses para trabajar en África y contribuir al desarrollo de sus hermanos. "Cuando comprendió lo que estaba ocurriendo allí, no pudo contenerse y publicó su carta. Se le cerraron las puertas y se le dio la espalda. Falleció prematuramente de tuberculosis, lo que supuso un gran alivio para el Gobierno del Congo", explica el editor Eduardo Riestra.

A pesar del filón literario del Congo, cree Riestra que faltaba letra fría, informes y documentos de la época, como el que suscribió en 1903 el diplomático irlandés Roger Casement, que anota con meticulosidad burocrática chanchullos, tropelías y espantos: "Cuando estaban a punto de sentarse a comer, su marido le dijo que uno de los soldados iba a regresar con una cesta llena de manos cortadas, que había dejado afuera (...).

Entonces ella, junto a su marido, salió para ver con sus propios ojos aquellas manos, cuatro de las cuales eran de niños". El informe Casement, escrito en 1903, tardó en difundirse por las presiones belgas. Cuando lo hizo, estaba mutilado y sin nombres propios. El antiimperialista Casement sería ejecutado. (...)

... ensayo El crimen del Congo, escrito en 1909 por Arthur Conan Doyle. El padre de Sherlock Holmes consideraba que lo cometido en el país superaba todas las atrocidades anteriores: "Ha habido expropiaciones como la de Inglaterra por los normandos, o la de Irlanda por los ingleses. Ha habido masacres en pueblos como la de los sudamericanos por los españoles, o de naciones sometidas por los turcos.

Pero nunca antes ha habido semejante mezcla de expropiación y masacre absolutas realizada con el odioso disfraz de la filantropía y teniendo por motivo el más vil de los intereses comerciales".

Conan Doyle recordaba que Leopoldo de Bélgica, un monarca constitucional en Europa y "un autócrata absoluto" en África, se había presentado ante las grandes potencias con un "fajo de tratados", obtenidos mediante engaños con pagos tan ridículos como "un abrigo de tela roja con adornos dorados, una gorra roja, una túnica blanca (...), cuatro garrafones de ron, diez cajas de ginebra". (El País, ed. Galicia, cultura, 23/06/2010, p. 33)

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