Por eso no fue demasiado sorprendente que un hombre negro, aparentemente borracho, se acercara a él esa tarde, le insultara y le dijera que se fuera, que aquélla era una ceremonia en la que él no pintaba nada. "Pero lo que me impresionó no fue la actitud amenazante de aquel tipo", recordó Du Plessis. "Fue el hecho de que otro negro se apresuró a amonestarle. Entonces se unieron otros, enfadados porque me hubiera tratado así, y se lo llevaron".
Era gente pobre que hablaba en xhosa, la lengua de Mandela, pero Du Plessis comprendió que tenían la sutileza política suficiente para saber que, a cuantos más blancos pudiera convencerse de participar en las celebraciones de la liberación de Mandela, mejor para todos. (...)
El gran acto de generosidad de Mandela fue llevar el torneo de la Copa del Mundo de rugby a Suráfrica, emocionando a los afrikáners que no habían podido ver rugby de primer nivel a causa del boicoteo internacional a los Springboks en la década de los ochenta. La genialidad de Du Plessis fue convencer a los Boks para que aprendieran un himno de resistencia negra que para muchos blancos surafricanos era una expresión amenazante de la vasta marea negra que podía alzarse y devorarlos.
En los partidos de los Springboks, la muchedumbre afrikáner siempre entonaba como un grito de guerra el himno Die Stem (la llamada), cuya letra celebra los triunfos de los bóers cuando avanzaron en sus carretas hacia el norte en la Gran Marcha de mediados del siglo XIX, durante la que fueron apropiándose de las tierras de los negros por el camino.
La respuesta negra era el Nkosi Sikelele iAfrika (Dios bendiga a África), la sentida expresión de un pueblo que había sufrido durante largos años y anhelaba la libertad. En los años del apartheid, a menudo provocaba la intervención violenta de la policía cuando se cantaba con tono desafiante.
Mandela contradijo al comité ejecutivo de su Congreso Nacional Africano (CNA) cuando éste quiso reemplazar el Die Stem por el Nkosi Sikelele como himno nacional, en un momento en el que había gran tensión política y existían temores de un golpe de extremistas blancos. Mandela expuso su punto de vista. "Esta canción que despacháis con tanta facilidad contiene las emociones de muchas personas a las que todavía no representáis. De un plumazo, decidiríais destruir la única base de lo que estamos construyendo: la reconciliación". (...)
Mandela y él tenían una misma misión imposible: convencer a los negros de que ejecutaran un vuelco histórico y apoyaran a los Boks. Mandela estaba realizando la labor que le correspondía dentro del CNA, transmitiendo el mensaje a su gente de que "ellos" eran ya "nosotros". Du Plessis sabía que las consecuencias podían ser terribles si, antes de cada partido de la Copa del Mundo, la gente veía a los Springboks cantando la letra de Die Stem en afrikáans y en inglés con entusiasmo, pero no la del Nkosi Sikelele. (...)Por suerte, Du Plessis tenía una amiga que podía ayudar, una vecina suya en Ciudad del Cabo llamada Anne Munnik. Era una mujer blanca de treinta y tantos años, esbelta, atractiva y vivaz, de habla inglesa, que se ganaba la vida enseñando xhosa. Se quedó estupefacta cuando Du Plessis le sugirió que diera una clase a los Boks para enseñarles a cantar el Nkosi Sikelele. (...)
(...) Hennie le Roux, uno de los miembros más solemnes del grupo, se dedicó con gran aplicación a las lecciones de Anne Munnik. Era tan poco político como los demás, pero tenía ya muy clara la necesidad nacional de aprender el Nkosi Sikelele. Lo había comprendido, como otros Springboks, a su llegada al hotel de Ciudad de El Cabo unos días antes, cuando el personal, en su mayoría negro, salió a recibirles en el vestíbulo. "Nos recibieron cantando, bailando y celebrando, felices de vernos, muy acogedores. Fue algo que no habíamos visto nunca en nuestras carreras, unos negros ahí delante, saludándonos con tanto entusiasmo como el que nos mostraban las muchedumbres de aficionados blancos más enloquecidos. Fue un gran momento para todos nosotros".
James Small lo decía de forma más directa. "Nos miramos entre nosotros y pensamos: ¡Joder, aquí está pasando algo!" Para Le Roux, ése fue el momento en el que comprendió que tenía que poner algo de su parte. "Si ellos estaban tan dispuestos a estar a nuestro lado, lo menos que podíamos hacer nosotros era un esfuerzo para aprender su canto". (...)
El equipo cantó el Nkosi Sikelele en el partido inaugural contra Australia, y en cada partido mientras iban camino hacia la final. Pero cuando llegaron a la final contra Nueva Zelanda, Pienaar, el capitán de los Springboks, se quedó mudo. "No pude cantar el himno", reconoció. "No me atreví". Había querido desesperadamente estar a la altura de la ocasión, ser un ejemplo, no decepcionar a Mandela. Había visualizado la escena una y otra vez en su cabeza. Sin embargo, cuando llegó el momento, cuando los dos equipos se pusieron en fila a un lado del campo, antes del partido, y la banda tocó los primeros compases del Nkosi Sikelele, no fue capaz de abrir la boca. (...) Dos horas después probó el sabor de la victoria. Ante el júbilo de toda una nación, los Springboks ganaron el partido y se coronaron campeones del mundo." (El País, Domingo, 18/01/2009, p. 16/7)
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