"El multimillonario Jeffrey Epstein abusó de más de cien chicas
menores de edad. Y se suicidó en su celda el pasado agosto. Su agenda
estaba llena de nombres famosos: Bill clinton, Donald Trump, Mick
Jagger… pero ¿quiénes conocían su red? Hablamos con la periodista que
destapó los hechos sobre el abuso y con diversos testigos de un caso que no ha hecho más que empezar. Por Laura Backes
La
foto en la que se ve a Courtney Wild en la época en la que empieza esta
historia muestra a una chica alegre y despreocupada. Lleva un top
y pendientes de aro. Está radiante, como si quisiera abrazar al mundo.
Courtney Wild tenía 14 años cuando conoció a Jeffrey Epstein.
Epstein
ya entonces era multimillonario, un tío con amigos famosos. Una
conocida le había dicho a Courtney que podía ganar dinero dando masajes a
un hombre rico en su mansión junto al mar. Así se lo contaría años
después a la Policía. También le dijo que podría elegir si quitarse la
ropa o no. Courtney subió a un cuarto donde había una camilla de
masajes. Epstein entró, llevaba solo un albornoz. Poco después, la chica
tuvo que desnudarse. Epstein se volvió en la camilla y se masturbó
delante de ella. Cuando terminó, le dio 200 dólares.
Años más
tarde, en una entrevista en televisión, Courtney Wild dice: «Me sentí
sucia». Pero aquella no fue la única vez que acudió a la casa, fueron
más de 25. Hoy, Courtney sigue echándose parte de la culpa, pero no era
más que una niña. «Tenía 200 dólares y antes no. Fue un trago muy
amargo», dice.
La historia de la colegiala y el multimillonario no
terminó entonces. Se prolonga hasta hoy. Wild y otras 22 mujeres han
declarado recientemente en un juzgado de Nueva York. Courtney Wild fue
la primera en tomar la palabra. A sus 31 años, ya no es una niña ni
tampoco está radiante. Intenta contener las lágrimas. Epstein la sigue
persiguiendo, a pesar de estar muerto. No consigue superarlo. «Era un
cobarde», afirma con rabia.
El caso Epstein no es solo el de un
hombre que pagaba a chicas a cambio de masajes. Son más de cien de casos
de abusos, quizá muchos más; acusaciones de tráfico de personas, un
sistema judicial que favorece a los ricos, una red de cómplices que
todavía no ha sido investigada… Estamos ante el caso de un hombre que
fue amigo de Bill Clinton y de Donald Trump y que se relacionaba con
premios Nobel, artistas e intelectuales.
¿Quiénes conocían las preferencias más íntimas de Epstein? ¿Qué cómplices y colaboradores necesarios tenía? ¿Existió una red de abusos?
El hecho de que Epstein fuera un hombre con amigos importantes
es lo que hace que el asunto sea tan delicado. El príncipe Andrés, hijo
de la reina Isabel de Inglaterra, se contaba entre sus conocidos. Hay
fotos del príncipe acompañado por jovencitas ligeras de ropa; una mujer
lo acusa de haberla violado cuando era una adolescente y otra asegura
que fue víctima de tocamientos. El príncipe Andrés lo desmiente y dice que «la suposición de que él lo permitiera, tomara parte o colaborara resulta simplemente repugnante».
Epstein
tenía 66 años cuando se ahorcó en su celda a comienzos de agosto. Las
personas que lo conocían hablan de un seductor y un ególatra que se
creía por encima de la ley, aunque lo cierto es que ganó su primer
sueldo como profesor de matemáticas. Luego se pasó por un banco de
inversión y más tarde fundó su propia empresa. Asesoraba a los más ricos
de entre los ricos. Solo aceptaba a personas que tuvieran mil millones
de dólares o más.
Julie Brown es periodista del Miami Herald, se encarga de
las investigaciones más complejas, le gusta indagar, seguir rastros.
Ella es la heroína insospechada en todo este asunto. Hace dos años y
medio estaba trabajando en un caso de tráfico de personas cuando se topó
con el nombre de Epstein. Encontró una denuncia contra él del año 2005 y
docenas de chicas que habían acudido a la Policía. También supo de un
registro en la mansión de Epstein en Palm Beach y de las fotos que se
encontraron allí; algunas, de menores parcialmente desnudas. Y se
preguntó: ¿en qué ha quedado todo eso? Al principio solo quería escribir
un breve reportaje. «Quería ver cómo les iba a las víctimas años
después».
LA DECISIÓN DE TRUMP QUE REABRIÓ EL CASO
Cuando
Donald Trump anunció en 2017 el nombramiento de Alexander Acosta,
anterior fiscal jefe del Sur de Florida, para el cargo de secretario de
Empleo, Brown decidió retomar el hilo. Acosta era el fiscal que había
sostenido que no había caso Epstein.
Brown pidió todos los informes disponibles: de la oficina del sheriff
de Palm Beach, de la Fiscalía, de los tribunales, de los abogados, del
FBI… Decenas de miles de documentos se amontonaron sobre su mesa. Lo que
leyó la dejó sobrecogida. En 2005, los agentes hallaron pruebas
abrumadoras. Sin embargo, Epstein salió bien librado. «Todo estaba allí
-dice Brown-, pero nadie hizo nada».
Al cabo de dos meses y medio
había localizado 60 posibles víctimas, con las que se puso en contacto.
«La mayoría de ellas ni siquiera me respondió». Pudo hablar en persona
con ocho que afirmaban haber sufrido abusos por parte de Epstein. La
mitad de ellas prefirieron permanecer en el anonimato.
El Miami Herald
publicó en noviembre del año pasado su reportaje sobre el
multimillonario que había eludido la acción de la Justicia. El titular
era: «Cómo el futuro miembro del gabinete le regaló el acuerdo de su
vida a un delincuente sexual». Brown dibujó la imagen de un hombre que
usó su dinero y su influencia para organizar una red de chicas menores
de edad a las que explotaba sexualmente y que luego, cuando fue
descubierto, negoció el trato del siglo con la Fiscalía de Florida. Si
para Epstein fue el acuerdo de su vida, para ella era la investigación
de su vida.
El texto de Brown ofreció a la Fiscalía de Nueva York
bases suficientes para cuestionar el acuerdo que se le había ofrecido a
Epstein más de una década antes. A comienzos de julio de este año, la
Fiscalía ordenó su detención, que tuvo lugar en un aeropuerto de Nueva
Jersey. Se lo acusaba de tráfico de personas con fines de explotación
sexual de menores.
Julie Brown ha recibido muchas alabanzas por su
constancia, pero hoy la reportera parece cansada, dice que bebe
demasiado vino y que duerme poco. Está orgullosa de las mujeres que
confiaron en ella, que le hablaron de la tortura por la que pasaron.
Pero muchas de ellas se culpaban a sí mismas, se reprochaban no haber
actuado de otra manera, dice, y se echa a llorar. «A aquellas mujeres,
el sistema las había dejado en la estacada. Fueron traicionadas por la
Justicia».
El Boeing 727 de Epstein tenía el número de matrícula
N908JE y el repugnante sobrenombre de Lolita Express. Epstein era dueño
de una casa en Manhattan, una mansión en Palm Beach, un rancho en Nuevo
México, un inmueble en París y dos islas privadas en las islas Vírgenes.
Tenía 16 coches. No era un hombre cualquiera, las chicas estaban ante
un gigante.
Las primeras acusaciones de abuso sexual se produjeron a mediados de
los noventa. Dos hermanas, por entonces de 16 y 23 años, contaron a la
Policía que Epstein y Ghislaine Maxwell -su asistente personal y pareja
durante un tiempo- las habían acosado. El caso quedó en nada. Las
investigaciones no comenzaron hasta años después.
El 9 de febrero
de 2005, dos chicas de 14 años se pelearon en la Royal Palm Beach High
School de Florida. Una de ellas había llamado ‘prostituta’ a una
compañera de clase. Cuando intervino la directora, se encontró con que
la agraviada llevaba encima 300 dólares. La estudiante dijo que era el
pago por haberle dado un masaje a un hombre. La madrastra presentó una
denuncia. La Policía abrió expediente y le adjudicó el número
1-05-000368.
La chica le contó más tarde a una agente que había
llegado a Epstein a través de una conocida. El magnate le dijo que se
desnudara y le diera un masaje, luego se masturbó. Aquella declaración
fue el origen de la investigación en Florida.
La Policía fue
aproximándose al millonario. Los agentes observaban sus movimientos
desde la distancia, examinaron su basura y, finalmente, se pusieron en
contacto con la conocida que había actuado como intermediaria. Esta
contó que le había llevado otras cinco chicas a Epstein. La red de
colaboradores y víctimas se ampliaba.
Muchas chicas hablaban de
una empleada llamada Sarah que preparaba la camilla y los aceites de
masaje, hablaban de un sofá rosa y verde y de las fotos de jóvenes
desnudas que había en la casa, de masajes de espalda, de masajes de
pecho, de las preferencias sexuales de Epstein… También mencionaban a
Ghislaine Maxwell, la cual habría participado en los hechos, aunque ella
ha desmentido estas acusaciones.
ROSAS A LA SALIDA DEL COLEGIO
Algunas
de las chicas contaron que Epstein les había tocado los pechos o los
genitales. Con algunas mantuvo relaciones sexuales, a otras les exigía
que las mantuvieran con alguna de sus asistentes. Muchas de las
presuntas víctimas procedían de entornos desfavorecidos, para ellas 200
dólares eran una pequeña fortuna. También les regalaba iPods o
bisutería, a otras les mandó rosas después de alguna función escolar.
Una chica declaró que Epstein le había regalado un coche después de que
él la hubiera forzado a mantener relaciones sexuales.
En julio de
2006, la Policía dio por concluidas sus pesquisas. En el informe final
se menciona a 17 posibles víctimas. El juicio podría haber comenzado en
ese momento. Pero no fue así.
Alan Dershowitz es un prestigioso
jurista estadounidense. Amigo de Epstein. Lo conoció en 1996, en
Martha’s Vineyard, la isla de vacaciones más exquisita de la Costa Este.
Una conocida, Lynn Forester, futura lady Rothschild, fue quien
se lo presentó, relata Dershowitz. «Lynn le buscaba contactos a Epstein
por todo el país. Le presentó a Bill Clinton. Le abría puertas».
Dershowitz es uno de los abogados defensores más
famosos de Estados Unidos. Defendió a Ted Kennedy, investigado a finales
de los años sesenta por un caso de homicidio por imprudencia. También a
O. J. Simpson, acusado de un doble asesinato. Cuando Epstein empezó a
acercarse a Dershowitz, este ya tenía fama de abogado estrella. En 2005,
cuando el multimillonario supo que se lo investigaba por abuso de
menores en Palm Beach, Dershowitz se hizo cargo del caso.
¿Por qué un jurista como él aceptó trabajar con una
persona que en aquellos días ya estaba «contaminado por radiactividad»,
como dice hoy el propio Dershowitz? Todos los acusados necesitan un
abogado, dice Dershowitz. «Me veo como un médico: si a Epstein lo
hubieran llevado a urgencias, también lo habrían atendido». Nadie
conocía su lado oscuro, añade. «Mantenía su vida privada en secreto.
Como el doctor Jekyll y míster Hyde». Una justificación que se escucha a
menudo entre las personas de confianza de Epstein. Pero ¿no les llamaba
la atención que apareciera en compañía de niñas?
A finales de junio de 2008, el acusado Jeffrey
Epstein se reconoció culpable de dos cargos de prostitución de menores.
Aquel era el resultado de las negociaciones secretas mantenidas entre el
abogado Dershowitz y la Fiscalía del Sur de Florida. Epstein aceptó una
condena de trece meses de prisión. Se le permitía salir de su celda
doce horas al día, seis veces por semana. Además, la Fiscalía se
comprometió a no llevar el caso al ámbito federal.
Así las cosas, un chófer recogía a Epstein en la
prisión cada mañana y lo llevaba a su oficina, donde lo vigilaban unos
ayudantes del sheriff a los que él mismo pagaba. Dershowitz sigue creyendo que fue un acuerdo justo.
En el curso de las actuaciones judiciales contra
Epstein, dos mujeres declararon que las habían obligado a mantener
relaciones sexuales con Dershowitz. El abogado lo niega. Una de las
mujeres que señalan a Dershowitz es Virginia Roberts Giuffre, la víctima
más conocida de Jeffrey Epstein. «Virginia miente», afirma el célebre
letrado.
Alan Dershowitz intenta quitarle importancia a su
relación con Epstein. Sí admite que, una vez, usó la mansión de Epstein
en Palm Beach para sus vacaciones familiares. Y ha llegado a reconocer
que recibió un masaje en casa de Epstein, pero administrado por Olga,
una cincuentona rusa. «Y siempre tuve puesta la ropa interior», añade.
LO QUE TODO EL MUNDO SABÍA
Mike Fisten es un detective privado al estilo
cinematográfico: camisa abierta, cadena de plata, corpulento y expolicía
en Miami, con décadas de servicio. Un abogado amigo suyo le preguntó si
podía investigar a un rico que al parecer abusaba de menores.
Fisten aceptó el encargo. Habló con chicas que le contaron lo que
ocurría en la mansión del número 358 de El Brillo Way. A veces se
instalaba en la casa de una vecina con unos prismáticos en la mano y
veía a Epstein en la piscina, rodeado de jóvenes en bikini. «De vez en
cuando tomaba a una de la mano, subía con ella a la primera planta y
bajaba las persianas». Fisten dice que Epstein era un pedófilo al que
nadie osaba molestar por miedo a sus contactos. «Todo el mundo en Palm
Beach sabía lo que hacía Epstein. Y todo el mundo le odiaba por eso».
Mientras Fisten proseguía sus investigaciones, la
Policía consiguió hacerse con la agenda de Epstein. En ella figuraban
cientos de nombres de famosos. Mick Jagger, Bernie Ecclestone, Henry
Kissinger, Rupert Murdoch… Y, en el apartado Masajes, los números de
teléfono de docenas de chicas, no solo en Florida, también en las islas
Vírgenes, París, Nueva York o Nuevo México.
DE PROFESOR DE ‘MATES’ A MAGNATE
Durante cinco semanas, del 6 de julio al 10 de
agosto, el recluso 76318-054 estuvo en prisión preventiva en el
Metropolitan Correctional Center, en Manhattan, un búnker de hormigón
rodeado de alambre de espino y cámaras de videovigilancia. La celda de
Epstein se hallaba en el ala sur, en el noveno piso. Es donde se lleva a
los reclusos cuya seguridad está comprometida; entre ellos, hombres
acusados de haber abusado de menores. Las celdas cuentan con una
estricta vigilancia.
El 8 de agosto, Jeffrey Epstein redactó un testamento
de 21 páginas. Disponía que toda su fortuna -577 millones en total, 57
de ellos en efectivo- debía ser transferida a un fondo fiduciario. Este
tipo de artefactos financieros tienen la ventaja de que pueden operar en
la sombra, la confidencialidad de los beneficiarios queda protegida.
Fue el último ardid de Epstein.
Dos días más tarde, el 10 de agosto, a las 6:30 de la
mañana, los funcionarios de la prisión lo encontraron muerto en su
celda. Las teorías de la conspiración no tardaron en circular por
Internet. ¿Lo habían asesinado amigos poderosos para que no tirara de la
manta? ¿Era una casualidad que los guardias se quedaran dormidos? El
informe de la autopsia cita como causa de la muerte el suicidio por
ahorcamiento, posteriores investigaciones tendrán que dilucidar cómo
consiguió quitarse la vida sin que nadie se diera cuenta.
La mayoría de los que frecuentaron la compañía de
Epstein durante años miran ahora para otro lado. Muchos famosos cuyos
teléfonos figuran en su agenda dicen que nunca tuvieron relación con él.
Bernie Ecclestone asegura que «ni siquiera conocía el apellido Epstein
hasta hace poco».
ALGUNAS PERSONAS QUE SABEN ‘DEMASIADO’
La periodista Julie Brown, que ha vuelto a retomar el
caso, dice que hay indicios que conducen hacia Suecia y Sudáfrica. En
la agenda de Epstein figuran teléfonos de chicas en París y en otras
ciudades. Por ahora, no se ha acusado formalmente a ninguno de los
colaboradores de Epstein, pero cuatro de sus asistentes -entre ellos,
Ghislaine Maxwell- están bajo la lupa de los investigadores, según el New York Times.
Hace unas pocas semanas, la Fiscalía de París abrió
una investigación por violación y abuso de menores. Una organización
local ha reunido diez testimonios de mujeres que formaron parte de la
red de Epstein, testimonios que estarían ya a disposición de la
Justicia.
En Florida, a no mucha distancia de la mansión de
Palm Beach, una mujer pequeña e insegura nos abre la puerta de su
bungaló. Es la madre de Courtney Wild, la mujer que todavía hoy se
avergüenza de haber sido víctima de abusos. No quiere hablar más sobre
Epstein, dice, mejor sería buscar a Ghislaine Maxwell, su presunta
cómplice. Cree que Maxwell está en peligro. «La gente de Epstein la
matará, sabe demasiado».
Esta historia está lejos de terminar.
¿Han puesto precio a su cabeza?
Muerto Epstein, esta mujer es la única que puede contar quiénes se
esconden detrás de su red. Ghislaine Maxwell fue pareja de Epstein y ha
sido acusada de ser su cómplice en la trata de menores por varias
chicas. Británica de 57 años, es hija del magnate Robert Maxwell, que
murió en extrañas circunstancias. Desde 2015 no se la había visto. Este
agosto, fue fotografiada en la terraza de una hamburguesería en
California. Esta foto fue enviada a ‘The New York Post’ por un anónimo,
que contó que estaba leyendo un libro sobre los métodos de la CIA." (Laura Bakes, XL Semanal, fuente: Der Spiegel)
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