5/11/19

Epstein y el sexo: hablamos con la periodista que destapó el escándalo de abusos del multimillonario

"El multimillonario Jeffrey Epstein abusó de más de cien chicas menores de edad. Y se suicidó en su celda el pasado agosto. Su agenda estaba llena de nombres famosos: Bill clinton, Donald Trump, Mick Jagger… pero ¿quiénes conocían su red? Hablamos con la periodista que destapó los hechos sobre el abuso y con diversos testigos de un caso que no ha hecho más que empezar. Por Laura Backes


La foto en la que se ve a Courtney Wild en la época en la que empieza esta historia muestra a una chica alegre y despreocupada. Lleva un top y pendientes de aro. Está radiante, como si quisiera abrazar al mundo. Courtney Wild tenía 14 años cuando conoció a Jeffrey Epstein.

Epstein ya entonces era multimillonario, un tío con amigos famosos. Una conocida le había dicho a Courtney que podía ganar dinero dando masajes a un hombre rico en su mansión junto al mar. Así se lo contaría años después a la Policía. También le dijo que podría elegir si quitarse la ropa o no. Courtney subió a un cuarto donde había una camilla de masajes. Epstein entró, llevaba solo un albornoz. Poco después, la chica tuvo que desnudarse. Epstein se volvió en la camilla y se masturbó delante de ella. Cuando terminó, le dio 200 dólares.

Años más tarde, en una entrevista en televisión, Courtney Wild dice: «Me sentí sucia». Pero aquella no fue la única vez que acudió a la casa, fueron más de 25. Hoy, Courtney sigue echándose parte de la culpa, pero no era más que una niña. «Tenía 200 dólares y antes no. Fue un trago muy amargo», dice.

La historia de la colegiala y el multimillonario no terminó entonces. Se prolonga hasta hoy. Wild y otras 22 mujeres han declarado recientemente en un juzgado de Nueva York. Courtney Wild fue la primera en tomar la palabra. A sus 31 años, ya no es una niña ni tampoco está radiante. Intenta contener las lágrimas. Epstein la sigue persiguiendo, a pesar de estar muerto. No consigue superarlo. «Era un cobarde», afirma con rabia.

El caso Epstein no es solo el de un hombre que pagaba a chicas a cambio de masajes. Son más de cien de casos de abusos, quizá muchos más; acusaciones de tráfico de personas, un sistema judicial que favorece a los ricos, una red de cómplices que todavía no ha sido investigada… Estamos ante el caso de un hombre que fue amigo de Bill Clinton y de Donald Trump y que se relacionaba con premios Nobel, artistas e intelectuales.

¿Quiénes conocían las preferencias más íntimas de Epstein? ¿Qué cómplices y colaboradores necesarios tenía? ¿Existió una red de abusos?

El hecho de que Epstein fuera un hombre con amigos importantes es lo que hace que el asunto sea tan delicado. El príncipe Andrés, hijo de la reina Isabel de Inglaterra, se contaba entre sus conocidos. Hay fotos del príncipe acompañado por jovencitas ligeras de ropa; una mujer lo acusa de haberla violado cuando era una adolescente y otra asegura que fue víctima de tocamientos. El príncipe Andrés lo desmiente y dice que «la suposición de que él lo permitiera, tomara parte o colaborara resulta simplemente repugnante».

Epstein tenía 66 años cuando se ahorcó en su celda a comienzos de agosto. Las personas que lo conocían hablan de un seductor y un ególatra que se creía por encima de la ley, aunque lo cierto es que ganó su primer sueldo como profesor de matemáticas. Luego se pasó por un banco de inversión y más tarde fundó su propia empresa. Asesoraba a los más ricos de entre los ricos. Solo aceptaba a personas que tuvieran mil millones de dólares o más.

Julie Brown es periodista del Miami Herald, se encarga de las investigaciones más complejas, le gusta indagar, seguir rastros. Ella es la heroína insospechada en todo este asunto. Hace dos años y medio estaba trabajando en un caso de tráfico de personas cuando se topó con el nombre de Epstein. Encontró una denuncia contra él del año 2005 y docenas de chicas que habían acudido a la Policía. También supo de un registro en la mansión de Epstein en Palm Beach y de las fotos que se encontraron allí; algunas, de menores parcialmente desnudas. Y se preguntó: ¿en qué ha quedado todo eso? Al principio solo quería escribir un breve reportaje. «Quería ver cómo les iba a las víctimas años después».

LA DECISIÓN DE TRUMP QUE REABRIÓ EL CASO

Cuando Donald Trump anunció en 2017 el nombramiento de Alexander Acosta, anterior fiscal jefe del Sur de Florida, para el cargo de secretario de Empleo, Brown decidió retomar el hilo. Acosta era el fiscal que había sostenido que no había caso Epstein.

Brown pidió todos los informes disponibles: de la oficina del sheriff de Palm Beach, de la Fiscalía, de los tribunales, de los abogados, del FBI… Decenas de miles de documentos se amontonaron sobre su mesa. Lo que leyó la dejó sobrecogida. En 2005, los agentes hallaron pruebas abrumadoras. Sin embargo, Epstein salió bien librado. «Todo estaba allí -dice Brown-, pero nadie hizo nada».

Al cabo de dos meses y medio había localizado 60 posibles víctimas, con las que se puso en contacto. «La mayoría de ellas ni siquiera me respondió». Pudo hablar en persona con ocho que afirmaban haber sufrido abusos por parte de Epstein. La mitad de ellas prefirieron permanecer en el anonimato.

El Miami Herald publicó en noviembre del año pasado su reportaje sobre el multimillonario que había eludido la acción de la Justicia. El titular era: «Cómo el futuro miembro del gabinete le regaló el acuerdo de su vida a un delincuente sexual». Brown dibujó la imagen de un hombre que usó su dinero y su influencia para organizar una red de chicas menores de edad a las que explotaba sexualmente y que luego, cuando fue descubierto, negoció el trato del siglo con la Fiscalía de Florida. Si para Epstein fue el acuerdo de su vida, para ella era la investigación de su vida.

El texto de Brown ofreció a la Fiscalía de Nueva York bases suficientes para cuestionar el acuerdo que se le había ofrecido a Epstein más de una década antes. A comienzos de julio de este año, la Fiscalía ordenó su detención, que tuvo lugar en un aeropuerto de Nueva Jersey. Se lo acusaba de tráfico de personas con fines de explotación sexual de menores.

Julie Brown ha recibido muchas alabanzas por su constancia, pero hoy la reportera parece cansada, dice que bebe demasiado vino y que duerme poco. Está orgullosa de las mujeres que confiaron en ella, que le hablaron de la tortura por la que pasaron. Pero muchas de ellas se culpaban a sí mismas, se reprochaban no haber actuado de otra manera, dice, y se echa a llorar. «A aquellas mujeres, el sistema las había dejado en la estacada. Fueron traicionadas por la Justicia».

El Boeing 727 de Epstein tenía el número de matrícula N908JE y el repugnante sobrenombre de Lolita Express. Epstein era dueño de una casa en Manhattan, una mansión en Palm Beach, un rancho en Nuevo México, un inmueble en París y dos islas privadas en las islas Vírgenes. Tenía 16 coches. No era un hombre cualquiera, las chicas estaban ante un gigante.

Las primeras acusaciones de abuso sexual se produjeron a mediados de los noventa. Dos hermanas, por entonces de 16 y 23 años, contaron a la Policía que Epstein y Ghislaine Maxwell -su asistente personal y pareja durante un tiempo- las habían acosado. El caso quedó en nada. Las investigaciones no comenzaron hasta años después.

El 9 de febrero de 2005, dos chicas de 14 años se pelearon en la Royal Palm Beach High School de Florida. Una de ellas había llamado ‘prostituta’ a una compañera de clase. Cuando intervino la directora, se encontró con que la agraviada llevaba encima 300 dólares. La estudiante dijo que era el pago por haberle dado un masaje a un hombre. La madrastra presentó una denuncia. La Policía abrió expediente y le adjudicó el número 1-05-000368.

La chica le contó más tarde a una agente que había llegado a Epstein a través de una conocida. El magnate le dijo que se desnudara y le diera un masaje, luego se masturbó. Aquella declaración fue el origen de la investigación en Florida.

La Policía fue aproximándose al millonario. Los agentes observaban sus movimientos desde la distancia, examinaron su basura y, finalmente, se pusieron en contacto con la conocida que había actuado como intermediaria. Esta contó que le había llevado otras cinco chicas a Epstein. La red de colaboradores y víctimas se ampliaba.

Muchas chicas hablaban de una empleada llamada Sarah que preparaba la camilla y los aceites de masaje, hablaban de un sofá rosa y verde y de las fotos de jóvenes desnudas que había en la casa, de masajes de espalda, de masajes de pecho, de las preferencias sexuales de Epstein… También mencionaban a Ghislaine Maxwell, la cual habría participado en los hechos, aunque ella ha desmentido estas acusaciones.

ROSAS A LA SALIDA DEL COLEGIO

Algunas de las chicas contaron que Epstein les había tocado los pechos o los genitales. Con algunas mantuvo relaciones sexuales, a otras les exigía que las mantuvieran con alguna de sus asistentes. Muchas de las presuntas víctimas procedían de entornos desfavorecidos, para ellas 200 dólares eran una pequeña fortuna. También les regalaba iPods o bisutería, a otras les mandó rosas después de alguna función escolar. Una chica declaró que Epstein le había regalado un coche después de que él la hubiera forzado a mantener relaciones sexuales.

En julio de 2006, la Policía dio por concluidas sus pesquisas. En el informe final se menciona a 17 posibles víctimas. El juicio podría haber comenzado en ese momento. Pero no fue así.

Alan Dershowitz es un prestigioso jurista estadounidense. Amigo de Epstein. Lo conoció en 1996, en Martha’s Vineyard, la isla de vacaciones más exquisita de la Costa Este. Una conocida, Lynn Forester, futura lady Rothschild, fue quien se lo presentó, relata Dershowitz. «Lynn le buscaba contactos a Epstein por todo el país. Le presentó a Bill Clinton. Le abría puertas».       

Dershowitz es uno de los abogados defensores más famosos de Estados Unidos. Defendió a Ted Kennedy, investigado a finales de los años sesenta por un caso de homicidio por imprudencia. También a O. J. Simpson, acusado de un doble asesinato. Cuando Epstein empezó a acercarse a Dershowitz, este ya tenía fama de abogado estrella. En 2005, cuando el multimillonario supo que se lo investigaba por abuso de menores en Palm Beach, Dershowitz se hizo cargo del caso.

¿Por qué un jurista como él aceptó trabajar con una persona que en aquellos días ya estaba «contaminado por radiactividad», como dice hoy el propio Dershowitz? Todos los acusados necesitan un abogado, dice Dershowitz. «Me veo como un médico: si a Epstein lo hubieran llevado a urgencias, también lo habrían atendido». Nadie conocía su lado oscuro, añade. «Mantenía su vida privada en secreto. Como el doctor Jekyll y míster Hyde». Una justificación que se escucha a menudo entre las personas de confianza de Epstein. Pero ¿no les llamaba la atención que apareciera en compañía de niñas?

A finales de junio de 2008, el acusado Jeffrey Epstein se reconoció culpable de dos cargos de prostitución de menores. Aquel era el resultado de las negociaciones secretas mantenidas entre el abogado Dershowitz y la Fiscalía del Sur de Florida. Epstein aceptó una condena de trece meses de prisión. Se le permitía salir de su celda doce horas al día, seis veces por semana. Además, la Fiscalía se comprometió a no llevar el caso al ámbito federal.

Así las cosas, un chófer recogía a Epstein en la prisión cada mañana y lo llevaba a su oficina, donde lo vigilaban unos ayudantes del sheriff a los que él mismo pagaba. Dershowitz sigue creyendo que fue un acuerdo justo.

En el curso de las actuaciones judiciales contra Epstein, dos mujeres declararon que las habían obligado a mantener relaciones sexuales con Dershowitz. El abogado lo niega. Una de las mujeres que señalan a Dershowitz es Virginia Roberts Giuffre, la víctima más conocida de Jeffrey Epstein. «Virginia miente», afirma el célebre letrado.

Alan Dershowitz intenta quitarle importancia a su relación con Epstein. Sí admite que, una vez, usó la mansión de Epstein en Palm Beach para sus vacaciones familiares. Y ha llegado a reconocer que recibió un masaje en casa de Epstein, pero administrado por Olga, una cincuentona rusa. «Y siempre tuve puesta la ropa interior», añade.

LO QUE TODO EL MUNDO SABÍA

Mike Fisten es un detective privado al estilo cinematográfico: camisa abierta, cadena de plata, corpulento y expolicía en Miami, con décadas de servicio. Un abogado amigo suyo le preguntó si podía investigar a un rico que al parecer abusaba de menores.

 Fisten aceptó el encargo. Habló con chicas que le contaron lo que ocurría en la mansión del número 358 de El Brillo Way. A veces se instalaba en la casa de una vecina con unos prismáticos en la mano y veía a Epstein en la piscina, rodeado de jóvenes en bikini. «De vez en cuando tomaba a una de la mano, subía con ella a la primera planta y bajaba las persianas». Fisten dice que Epstein era un pedófilo al que nadie osaba molestar por miedo a sus contactos. «Todo el mundo en Palm Beach sabía lo que hacía Epstein. Y todo el mundo le odiaba por eso».

Mientras Fisten proseguía sus investigaciones, la Policía consiguió hacerse con la agenda de Epstein. En ella figuraban cientos de nombres de famosos. Mick Jagger, Bernie Ecclestone, Henry Kissinger, Rupert Murdoch… Y, en el apartado Masajes, los números de teléfono de docenas de chicas, no solo en Florida, también en las islas Vírgenes, París, Nueva York o Nuevo México.

DE PROFESOR DE ‘MATES’ A MAGNATE

Durante cinco semanas, del 6 de julio al 10 de agosto, el recluso 76318-054 estuvo en prisión preventiva en el Metropolitan Correctional Center, en Manhattan, un búnker de hormigón rodeado de alambre de espino y cámaras de videovigilancia. La celda de Epstein se hallaba en el ala sur, en el noveno piso. Es donde se lleva a los reclusos cuya seguridad está comprometida; entre ellos, hombres acusados de haber abusado de menores. Las celdas cuentan con una estricta vigilancia.

El 8 de agosto, Jeffrey Epstein redactó un testamento de 21 páginas. Disponía que toda su fortuna -577 millones en total, 57 de ellos en efectivo- debía ser transferida a un fondo fiduciario. Este tipo de artefactos financieros tienen la ventaja de que pueden operar en la sombra, la confidencialidad de los beneficiarios queda protegida. Fue el último ardid de Epstein.

Dos días más tarde, el 10 de agosto, a las 6:30 de la mañana, los funcionarios de la prisión lo encontraron muerto en su celda. Las teorías de la conspiración no tardaron en circular por Internet. ¿Lo habían asesinado amigos poderosos para que no tirara de la manta? ¿Era una casualidad que los guardias se quedaran dormidos? El informe de la autopsia cita como causa de la muerte el suicidio por ahorcamiento, posteriores investigaciones tendrán que dilucidar cómo consiguió quitarse la vida sin que nadie se diera cuenta.

La mayoría de los que frecuentaron la compañía de Epstein durante años miran ahora para otro lado. Muchos famosos cuyos teléfonos figuran en su agenda dicen que nunca tuvieron relación con él. Bernie Ecclestone asegura que «ni siquiera conocía el apellido Epstein hasta hace poco».

ALGUNAS PERSONAS QUE SABEN ‘DEMASIADO’

La periodista Julie Brown, que ha vuelto a retomar el caso, dice que hay indicios que conducen hacia Suecia y Sudáfrica. En la agenda de Epstein figuran teléfonos de chicas en París y en otras ciudades. Por ahora, no se ha acusado formalmente a ninguno de los colaboradores de Epstein, pero cuatro de sus asistentes -entre ellos, Ghislaine Maxwell- están bajo la lupa de los investigadores, según el New York Times.
Hace unas pocas semanas, la Fiscalía de París abrió una investigación por violación y abuso de menores. Una organización local ha reunido diez testimonios de mujeres que formaron parte de la red de Epstein, testimonios que estarían ya a disposición de la Justicia.

En Florida, a no mucha distancia de la mansión de Palm Beach, una mujer pequeña e insegura nos abre la puerta de su bungaló. Es la madre de Courtney Wild, la mujer que todavía hoy se avergüenza de haber sido víctima de abusos. No quiere hablar más sobre Epstein, dice, mejor sería buscar a Ghislaine Maxwell, su presunta cómplice. Cree que Maxwell está en peligro. «La gente de Epstein la matará, sabe demasiado».
Esta historia está lejos de terminar.

¿Han puesto precio a su cabeza?

 Muerto Epstein, esta mujer es la única que puede contar quiénes se esconden detrás de su red. Ghislaine Maxwell fue pareja de Epstein y ha sido acusada de ser su cómplice en la trata de menores por varias chicas. Británica de 57 años, es hija del magnate Robert Maxwell, que murió en extrañas circunstancias. Desde 2015 no se la había visto. Este agosto, fue fotografiada en la terraza de una hamburguesería en California. Esta foto fue enviada a ‘The New York Post’ por un anónimo, que contó que estaba leyendo un libro sobre los métodos de la CIA."                  (Laura Bakes, XL Semanal, fuente: Der Spiegel)

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