"Hace ya 20 años que Francisco Orantes vio por última vez a su madre con vida. Fue su padre, José Parejo,
el que la asesinó en Granada 14 días después de que ella contase su
historia personal de maltrato en televisión y se convirtiese en la
primera mujer en España que hacía público un caso de este tipo.
El
nombre de esta mujer era Ana y su apellido Orantes. Un apellido que siete de sus ocho hijos –uno de ellos ya ha fallecido- llevan ahora en primer lugar para homenajearla.
Cuando Orantes fue asesinada, Francisco tenía 19
años. Era el menor de sus hermanos y junto a ellos vivía una sobrina de
su madre de 14 años. Ninguno de ellos recibió ningún tipo de ayuda para
superar este momento traumático.
“Nos dijeron que tendríamos acceso a un
tratamiento psicológico y asesoramiento legal, pero no recibimos nada.
Tampoco ninguna ayuda económica. Yo hacía muy poco tiempo que había
cumplido la mayoría de edad, pero era un crío y el epicentro de mi vida
era mi madre”.
Francisco cuenta que él y sus hermanos recibieron
“muchos palos” por parte de su progenitor, aunque reconoce que más grave
era el maltrato psicológico al que los sometía. “A día de hoy todavía
me doy cuenta de qué manera me afectó esa situación. Siempre nos
menospreciaba o nos hacía creer que éramos unos inútiles. Muchas veces
cuando hago algo bien y alguien me lo reconoce desconfío, pero me
satisface mucho y es una señal de cómo hacía que nos sintiésemos”,
afirma Orantes.
En España se calcula que unos 500 menores se han
quedado sin madre desde que entró en vigor en 2014 la Ley Integral
contra la Violencia de Género. Muchos vivieron antes esta situación sin
que quedase registro de casos, ni recibiesen atención psicológica y
tampoco ninguna ayuda económica.
En la actualidad, según Diana Díaz,
directora del teléfono Anar, un servicio gratuito y anónimo que atiende
las consultas de familias, niños o adolescentes de toda España en esta
situación, son cada vez son más las llamadas atendidas por este motivo.
“Solo lo que va de año han sido 499 en el caso de adolescentes víctimas
de violencia de género y 2.230 las de menores que han vivido situaciones
de violencia de género en elsu entorno. Trabajamos muchísimo a nivel
psicológico.
Es básico desde el principio. Les damos las pautas de
seguridad y les indicamos un plan de acción que consiste en orientarles
sobre cómo pedir ayuda a profesionales y adultos”, explica Diaz.
La directora, de este servicio, activo desde hace 20
años, los mismos desde el asesinato de Orantes, asegura que el avance de
la sociedad en cuanto a cómo tratar este tema es muy destacable. “Es
evidente que este problema no se ha erradicado y existe en todos los
estratos de la sociedad, pero hemos tomado conciencia.
Ahora se
identifica y se sabe cómo atajarlo. Antes se ocultaba, se desconocía y
no había profesionales cualificados. Ahora esto es una realidad”.
Francisco Orantes insiste en lo duro que ha sido enfrentarse a ciertos comentarios a lo largo de su vida,
cuando este problema no era tan visible ni había tanta conciencia
social. “Mucha gente me ha dicho: claro, como vienes de una familia
conflictiva o tu apellido es Parejo seguirás siendo violento.
Y eso hace
mucho daño, es como si te pusieran un sello. Nunca he sentido el miedo
de ser como mi padre, yo veo a mis hermanos mayores y me veo a mí y no
somos así”. Sí que uno de sus hermanos, el único ya fallecido, tuvo una
denuncia por malos tratos de su pareja que el juez desestimó basándose
en el testimonio de unos testigos. “Fue una discusión y la cosa quedó
ahí, pero si mi hermano hubiese sido culpable hubiésemos sido los
primeros en acatar la decisión de la ley”, añade.
Años después, ya casado y con hijos, Francisco,
animado por su mujer, acudió a un psicólogo que le ayudase a superar las
sucesivas depresiones que sufrió años más tarde. “Me ayudó muchísimo
ir, hasta que no fui no lo superé. Si me hubiesen ayudado cuando tenía
19 y no 39, hubiese sido mejor.
Ahora soy una persona diferente que vive
feliz y que anima a todas las mujeres que viven esta situación a que
denuncien, a que no se callen nunca y reciban ayuda”, expresa. Sobre su
padre, Orantes asegura que ninguno de sus hermanos tuvo contacto con él
desde que ingresó en la cárcel hasta su muerte. “Solo llegó a decirnos
que si salía iría a por alguno de nosotros porque él ya lo tenía todo
perdido. Fue una persona que nunca nos quiso, pero que tampoco se quiso
él”.
En contraste con la historia de Francisco se
encuentra la de Carolina, el nombre ficticio de una mujer cántabra de 33
años que recibió malos tratos por parte de su pareja delante de su hija
de seis, en julio. “Cuando ocurrió este episodio en un parking, después
de muchos otros en los que había recibido insultos delante de mi niña,
decidí cortar esta situación, separarme y pedir una orden de
alejamiento”, cuenta Carolina.
La mujer puso una denuncia en la unidad
de policía especializada en violencia de género de Santander y su caso
fue derivado inmediatamente al Centro de Información y Atención Integral
(CIAI) de la localidad que gestiona la Fundación Diagrama y que depende
de la Consejería de Universidades, Investigación, Medio Ambiente y
Políticas Sociales del Gobierno de Cantabria, donde les proporcionaron
atención psicológica y asesoramiento legal.
“Me atendieron enseguida y las dos venimos encantadas
todas las semanas. Yo necesitaba ayuda, pero me preocupaba mucho más la
percepción de mi hija y las secuelas que este suceso pudiesen provocar
en ella a corto y a largo plazo”, comenta Carolina. La madre añade que
su hija sabe están siendo atendidas por un psicólogo y que siempre acude
feliz a la consulta.
“Creo que sin esta atención la situación hubiese
sido mucho peor, no sé como sería anteriormente, pero aquí te sientes
como en casa y eso nos está ayudando mucho a superar la situación que
estamos pasando”. (Mai Montero, El País, 27/11/17)
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