"En febrero de 1937, entre 60.000 y 100.000 personas salieron de
Málaga hacia Almería por la carretera de la costa. Huían de las tropas
franquistas. En el intento murieron al menos 5.000 republicanos. Caían
de hambre. Caían disparados por dos barcos, el Cervera y el Canarias,
que costeaban junto a ellos.
Caían asediados por la aviación alemana y
ametrallados desde los montes. Eran en su mayoría mujeres y niños. Ayer,
180 supervivientes de la matanza se reunieron en Málaga para explicar
que, aunque las fotos del desastre son en blanco y negro, la sangre era
roja; el mar, azul y la muerte, negra.
José Calleja tiene 71 años. En 1937, con cuatro años huyó junto a su
familia sobre una burra que él recuerda blanca. "Yo iba en un serón que
colgaba del animal", narra ahora encorvado y con los ojos llorosos. "Me
asomaba del capazo y contaba los cadáveres. Mi madre me decía que era
gente durmiendo", relata emocionado.
Los supervivientes cuentan que es difícil describir tanto horror.
Calleja, rebeca de lana y boina ladeada, afirma que huyeron por miedo a
las represalias y porque contaban que los soldados marroquíes les
cortaban los senos a las mujeres. Su prima, Concha Lara, de 78 años, iba
con ellos: "Ni siquiera nos dejaban huir". (...)
Francisco Martín también tenía ocho años. Panadero jubilado, viste
chaqueta y corbata para la ocasión, y recuerda que su familia huyó en
una camioneta. "Sólo circulaba de noche para no dar pistas a los barcos
que nos disparaban". No comió hasta Orihuela, en Alicante, donde un
hombre que vio la camioneta llena de niños les regaló un montón de
dátiles. Ya tenía sarna.
Vicente Vaquero (Archidona, 1911) es de los mayores entre los
supervivientes. Con su bastón, su pelo al cepillo y su traje marrón
recuerda que salió de Málaga en retirada el 8 de febrero, la misma
mañana en que 25.000 soldados italianos, alemanes y nacionales entran en
la ciudad. "El día lo pasábamos escondidos en el monte, escuchando los
cañonazos de los barcos y de noche avanzábamos entre sangre y
cadáveres".
La carretera era un blanco fácil desde el mar. Hoy es la nacional 340
y discurre pegada a la costa, encajonada por Sierra Nevada.
Actualmente, está jalonada por chalés e invernaderos. Los supervivientes
aseguran que no sienten nada al pasar por allí. Sí sintieron ayer al
ver las fotografías: niños subidos en burros, cojos caminando por el
monte y rostros marcados por el hambre.
Uno de los más afectados era Gaspar López Barros, que tenía 10 años y
vivía en Alhama de Almería, a 223 kilómetros de Málaga. Allí llegaron
días después de haber salido muchos de los emigrantes. "Llegaron al
pueblo cayéndose. No podían dar un paso más.
Los niños venían descalzos,
muchos de ellos solos. Les abrimos las casas y les dimos de comer". Lo
peor había pasado. Comenzaba para los supervivientes la cárcel, la
posguerra y, 67 años después, un pequeño homenaje. Ayer, como el 8 de
febrero de 1937, lucía sol en Málaga." (Rafael Méndez , El País,
Málaga
24 MAY 2004)
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