28/10/10

Ruta de la memoria histórica


Espiral de placas de acero con los nombres de más de 3.000 fusilados en el cementerio de Torrero (Zaragoza)

"Sentía repugnancia ante tan numerosos asesinatos, no podía aprobarlos". El capellán de la cárcel de Torrero (Zaragoza), Gumersindo de Estella, tampoco pudo impedirlos, pero dejó escritas unas estremecedoras memorias, en las que relató todas las atrocidades del franquismo de las que fue testigo. En las tapias del cementerio de la ciudad fueron fusilados 3.543 republicanos: 3.096 durante la Guerra Civil y 447 más después. El capellán acompañó a muchos de ellos. Antes, en capilla, intentaba ofrecerles auxilio espiritual.

"Las derechas están matando en nombre de la religión, y una religión que les inspira tanta crueldad no la quiero", cuenta en su diario que le respondió uno de ellos. Después, "entre el fusilamiento y el tiro de gracia, les daba la extremaunción", afirma el historiador Julián Casanova. El miércoles, el Ayuntamiento de Zaragoza inaugura en ese cementerio una enorme espiral con tantas placas como fusilados, sus nombres, edades y fechas en que fueron asesinados. (...)

La espiral con los 3.543 nombres se integra en una ruta de la memoria única en España, que conserva los monumentos levantados por Franco para homenajear "a los héroes y mártires de Zaragoza, caídos de liberación" y añade los que se han construido "a cuantos murieron por la libertad y la democracia".

La primera parada es la tapia. "No se dejó de fusilar ni un solo día, ni siquiera en Nochebuena", cuenta Casanova. Desde la madrugada del 19 de julio de 1936 hasta el 20 de agosto de 1946 se descargaron frente a aquel muro miles de balas. "Traspasaron la pared y los nichos que había del otro lado, y tuvieron que colocar tablones de madera y sacos de arena para que las balas no entraran en los ataúdes", cuenta Villasol.

Entre los 3.543 fusilados estaba el maestro Pablo Balagueró, aunque su familia no lo supo hasta que vio su nombre en el listado de El pasado oculto, investigación coordinada por Casanova. "Mi madre murió con 97 años sin saberlo", cuenta José Luis Balagueró, su hijo, de 80. "Le llevó comida a la cárcel durante un mes y medio y resultó que lo habían fusilado el mismo día que lo detuvieron. Lo recuerdo como si fuera hoy.

Yo estaba jugando a la pelota y llegaron 11 hombres de paisano pero con fusiles. Me dijeron que llamara a mi padre. Lo llamé, salió, y entonces vi a mi madre, gritando, con mi hermana de cuatro años en brazos y la otra, de 11, agarrándola de la falda. Los seguimos en la camioneta hasta que los falangistas se giraron, nos apuntaron y dijeron que o nos dábamos la vuelta o nos dejaban secos. Al llegar a casa, la habían incendiado. Tuvimos que irnos al pajar de unos vecinos". (...)

Para concluir el recorrido, Pedro Villasol muestra a este diario los libros de registro del cementerio. Busca un papel en el que fue anotando, poco a poco, todo lo que le llamó la atención y va directo a esas páginas: "¿Ve? Estos están inscritos como 'prisioneros rojos'... Y todos estos -señala una larga lista- sin nombre: 'hombre', 'hombre', 'hombre...".

Entre los fusilados en la tapia había menores, mujeres y ancianos; muchos, miembros de la misma familia: padres e hijos, hermanos, esposas y madres de rojos. "Zaragoza tenía una deuda moral de reconocimiento y homenaje a todas aquellas personas que murieron sin otra razón que pertenecer al bando republicano y que habían sido condenadas a la pena adicional del olvido y el anonimato", recordó el alcalde de la ciudad, Juan Alberto Belloch (PSOE)." (El País, España, 22/10/2010, p. 22)

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