Cuco Ruiz, Antonio Martínez Aneiros, Anxo F. Currás, Vicente Couce, Gabriel V. Seijas y Xosé Chao Rego eran conocidos como los curas de Caranza, San Pablo, San Xoán, Santa Mariña y el Socorro. Más allá de eso, abanderaron un "cambio radical en la Iglesia ferrolana" a finales de los 60. Intelectuales y galleguistas, fueron a la huelga con los trabajadores de la Pysbe y la Peninsular Maderera y recolectaron dinero para alimentar a sus familias. Reformaron Cáritas, predicaron en gallego contra los abusos del capitalismo y cedieron los locales de la Iglesia para acoger las reuniones clandestinas de obreros y opositores a Franco.
Fueron denunciados, espiados, interrogados y tachados de comunistas por la Brigada Político-Social del franquismo. Casi todos pasaron por la cárcel durante el estado de excepción de 1969 y la mitad colgó los hábitos. Cuatro todavía viven y dos de ellos, Anxo Currás y Antonio M. Aneiros, han puesto su memoria al servicio de la asociación de vecinos de Caranza para reconstruir la vida de Eliseo Ruiz (Ferrol, 1931-1978) en el libro Cuco Ruiz de Cortázar. Una voz para un tiempo de silencio. (...)
"La Iglesia no estaba pisando la realidad. Un grupo de curas nos reunimos y democráticamente acordamos ceder las iglesias para reuniones", explica Aneiros. Cuenta que había otros sacerdotes de la comarca que también los apoyaban, pero por circunstancias y caracteres, no todos llegaron al mismo "grado de compromiso".
Anxo Currás fue detenido en 1972 en la puerta de la iglesia por sus homilías proletarias y pasó por el penal coruñés y el monasterio de Herbón para cumplir condena. Colgó los hábitos y se ganó la vida como profesor de autoescuela.El compromiso de Antonio Aneiros también le llevó a la cárcel en 1969 y en 1972. Extrajo con sus manos las balas de los heridos en la represión del 10 de marzo del 72 en Ferrol, que aplastó una manifestación de trabajadores de Bazán y abatió a tiros a dos de ellos. Después ofició el funeral de Amador Rey y Daniel Niebla, los tildó de "mártires" en un cementerio repleto de militares y obligó a la policía franquista "a arrodillarse ante la sangre de los mártires". Poco después, abandonó la sotana, "que no la fe", por amor y se enroló en política." (El País, ed. Galicia, Galicia, 20/12/2009, p. 8)
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