30/10/08

Supervivencia en la selva de los secuestrados

"Para no enloquecer en la selva, pues durante mucho tiempo tuvo prohibido hablar con sus carceleros, Óscar Tulio Lizcano, el rehén político que escapó de las FARC de la mano de un guerrillero, clavó tres palos en el suelo, les puso nombre y les dio clases. Les hablaba de lo que más sabe: de política, literatura y economía, de su profesión. (...)

Perdió más de 20 kilos en su cautiverio. Tiene las manos llenas de espinas. Desde que recobró la libertad, Lizcano ha sacado a relucir en sus conversaciones citas de autores famosos. La lectura y la radio fueron su refugio para el dolor en la selva. Un comandante guerrillero que leía mucho le pasaba libros de Marguerite Yourcenar, Nelson Mandela y Homero. "La poesía me alimentó", confiesa Lizcano. Le duele haber dejado en la selva 20 poemas que le escribió a su balserita, como llamaba a su esposa, Martha. Durante ocho años pensó en ella como la barquera que lo mantuvo a flote en una balsa que hacía agua.

Estuvo muy enfermo. Ocho veces sufrió de paludismo, y en una de ellas se le paralizó medio cuerpo. Él era su propio médico, con la ayuda de un manual de medicina. Las condiciones de cautiverio no fueron siempre iguales. Al principio -fue capturado en agosto de 2000- permanecía seis u ocho meses en el mismo campamento. Con la llegada de Uribe al poder hubo un cambio. Empezó el acoso militar y los guerrilleros debían moverse permanentemente. "A veces me sentía impotente para seguir marchando, para pasar ríos, bajar precipicios, muchas veces ayudado con sogas...", recuerda en Cali.

Sólo una vez estuvo encadenado. Fue en septiembre de 2001, cuando en un intento de rescate militar murió una rehén política: la ex ministra de Cultura Consuelo Araujo. "Yo tenía diarrea y se lo dije al comandante que dio la orden [de encadenarle]. 'No importa, yo vengo y le abro el candado', me contestó". La situación fue tan humillante para él que se le quitó el mal intestinal." (El País, ed. Galicia, Internacional, 27/10/2008, p. 2)

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