25/3/10

Boinas verdes con rostro humano

"Pero hay más en la película. En tierra hostil incorpora a Hollywood una moda que también ha contribuido al éxito de dos recientes películas israelíes sobre la guerra del Líbano en 1982, el documental animado de Ari Folman Vals con Bashir, y Líbano, de Samuel Maoz. Líbano versa sobre los propios recuerdos de Maoz como joven soldado, mostrando el miedo a la guerra y a la claustrofobia mediante la filmación de la mayor parte de la acción desde el interior de un tanque. El filme nos presenta a cuatro inexpertos soldados dentro de un tanque enviados a "limpiar" una ciudad libanesa que ya ha sido bombardeada por la fuerza aérea israelí. Entrevistado en el Festival de Venecia de 2009, Yoav Donat, el actor que interpreta al director cuando éste era soldado un cuarto de siglo antes, dijo: "No es una película que te hace pensar 'sólo estoy en una película'. Es una película que te hace sentir que has estado en la guerra". De una manera parecida, Vals con Bashir muestra los horrores del conflicto de 1982 desde el punto de vista de unos soldados israelíes.

Maoz dijo que su película no era una condena de las políticas de Israel, sino una versión personal de la experiencia por la que había pasado: "Cometí el error de llamar a la película Líbano, ya que la guerra del Líbano no es diferente en su esencia de cualquier otra guerra, y pensé que cualquier intento de politizarla habría estropeado la película". Eso es ideología en su estado más puro: el hecho de revivir la traumática experiencia del perpetrador nos capacita para borrar el trasfondo ético-político del conflicto: qué estaba haciendo el Ejército israelí en el interior del Líbano, etcétera. Semejante humanización sirve así para echar una cortina de humo sobre la cuestión fundamental: la necesidad de un análisis político implacable de lo que está en juego como consecuencia de nuestra actividad político-militar. Nuestras luchas político-militares no son precisamente una historia opaca que desbarata bruscamente nuestra vida íntima, son algo en lo que participamos plenamente.

De un modo más general, esa humanización del soldado (en la dirección de la proverbial creencia "errar es humano") es un elemento clave de la (auto) presentación de las fuerzas armadas israelíes: a los medios de comunicación israelíes les gusta hacer hincapié en las imperfecciones y traumas psíquicos de los soldados israelíes, no presentándolos ni como máquinas militares perfectas ni como héroes sobrehumanos, sino como a gente corriente que, atrapada en los traumas de la Historia y de la guerra, comete errores y puede perderse, como todo el mundo.

Por ejemplo, cuando en enero de 2003, las fuerzas armadas israelíes demolieron la casa de la familia de un supuesto "terrorista", lo hicieron con acusada amabilidad, incluso hasta el punto de ayudar a la familia a trasladar los muebles fuera antes de destruir la casa con un bulldozer. En la prensa israelí se informó poco tiempo antes sobre un suceso similar: cuando un soldado israelí estaba registrando una casa palestina en busca de sospechosos, la madre de la familia llamó a su hija por su nombre a fin de tranquilizarla, y el sorprendido soldado supo que el nombre de la aterrorizada muchacha era el mismo que el de su propia hija; en un arrebato sentimental, sacó su cartera y le enseñó su foto a la madre palestina.

Es fácil percibir la falsedad de semejante gesto de empatía: la idea de que, a pesar de las diferencias políticas, todos somos seres humanos con los mismos amores y preocupaciones, neutraliza el impacto de lo que el soldado está haciendo efectivamente en ese momento. Así, la única respuesta apropiada de la madre debería ser: "Si realmente tú eres tan humano como yo, ¿por qué estás haciendo lo que estás haciendo ahora?". El soldado entonces sólo puede ampararse en un deber objetivado: "No me gusta hacerlo, pero 'es' mi deber..." -evitando así asumir ese deber de forma subjetiva. El mensaje de esa humanización es el de poner de manifiesto la brecha entre la compleja realidad de la persona y el papel que ésta tiene que desempeñar contra su verdadera naturaleza-. "En mi familia, la genética no es militar", como dice uno de los soldados entrevistados en Tsahal, de Claude Lanzmann, sorprendido por verse a sí mismo como oficial de carrera." (SLAVOJ ZIZEK: Boinas verdes con rostro humano. El País, ed. Galicia, opinión, 24/03/2010, p. 29)

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