"En 1996 Felipa Peinado se plantó delante
de una excavadora que merodeaba por la cuneta en la que fue arrojado su
padre, junto a otros cuatro seguidores del Frente Popular, en Octubre de
1936. Era una zona de bosque en el pueblo abulense de Casillas. La
Junta de Castilla y León quería ensanchar la carretera y Peinado, al
enterarse, se dispuso a impedirlo.
El maquinista de la excavadora, Antonio
Álvarez, le dijo que recibía órdenes; igual que los que ataron las
muñecas de su padre a la espalda con una cuerda y lo fusilaron allí
mismo. Hasta los 15 años, Peinado pasó por aquella cuneta pegada al
bosque en silencio y sin mirar abajo, por orden expresa de su madre,
preocupada porque alguien les viera venerar a su muerto.
El día que Peinado vio a Álvarez manipular
las palancas de su excavadora no lo dudó: “Si quieres pasar por aquí
tendrás que hacerlo por encima de mí”. Este paró la máquina y llamó al
alcalde de entonces, el socialista Javier Hernández. Tras un rato de
dudas decidieron que la mujer tenía derecho a recibir los restos de su
padre y sus otros compañeros, entre ellos el viejo boticario.
Según
Peinado les mataron por comunistas, aunque realmente eran miembros de la
Casa del Pueblo, socialistas.
Peinado, que vio cómo se llevaban a su
padre Julio Peinado cuando ella apenas tenía 5 años, no sabía que su
abuelo Saturnino iba a correr la misma suerte
días después. A su abuelo lo asesinaron y lo enterraron bajo una losa
en la zona más transitada del cementerio antiguo, junto a dos jóvenes
desconocidos, para que todo el mundo pudiera pisarles.
Eran normas de
la casa. Este pequeño detalle de los dos jóvenes fue descubierto al
abrir la fosa en 2006, otro logro de Peinado. A su abuelo, antes de
ponerle de rodillas para ser ejecutado por la espalda, le hicieron cavar
su propia fosa. Antes de cerrar los ojos y esperar el fatal desenlace
lanzó su sombrero de paja al aire y se despidió de él diciendo: adiós
amigo ya no te volveré a ver.
En 2006, Peinado logró por fin juntar a su
padre y a su abuelo en una esquina del cementerio. Encima de la tumba
escribieron sobre el cemento de una losa el siguiente mensaje: “Asta
siem pre, adios (sic) 5 y 3”. Esto último hacía referencia al número
de personas enterradas.
Lo que conecta ese 1996 con este 2018 es
el tesón de Peinado y sus ansias por sacar a todos los represaliados del
franquismo que quedaban en su pueblo. Ahí es donde aparece la ARMH (la
Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica). Felipa cita a
todos en su pueblo –ella escapó hace siglos de allí, vivió en Francia y
ahora en Madrid– porque quiere encontrar los restos de su tío Regino,
de un sobrino de éste –de nombre desconocido– y de un tal Patarrillo.
Regino era un hombre que fue a hacer las
Américas y volvió de Buenos Aires durante la República porque le tiraba
la tierra o porque no le fue tan bien la aventura transoceánica. Según
explica Peinado, la maestra del pueblo le cogió manía porque vestía una
pelliza con un cuello de pieles y llevaba un sombrero muy elegante.
Cuando llegaron las tropas golpistas al pueblo, le delató. A Regino y a
su sobrino los arrastran esposados a una zona alejada pero muy cerca
del camino que conduce a lo que es hoy Santa María del Tiétar. Después
de eso solo hay conjeturas. (...)
El Patarrillo, un joven anticlerical que el día
de su asesinato en octubre del 36 fue paseado por el pueblo con un
perro atado a su cuello mientras gritaba: “Camaradas este perro es más
listo que yo”. Lo arrojaron a una cuneta muy cerquita del pueblo; se
desconoce su nombre y de quién era hijo." (Willy Veleta, CTXT, 24/10/18)
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